viernes, 30 de septiembre de 2011

Y AL FINAL RESULTÓ SI

  
El proceso de curación de las heridas producidas por la última sesión de electroterapia resultó en esta ocasión mas largo que en las anteriores, debido a la amplitud y profundidad de sus efectos. Notábamos que la inflamación había descendido notablemente y que se reducía con el paso de los días, lo que comprobábamos al permitir al paciente reducir la dosis de Ibuprofeno que tomaba para soportar los dolores y molestias derivadas de la misma. Al mismo tiempo comenzábamos a constatar visualmente que la extensión del angiosarcoma hacia la barbilla, se iba estabilizando y deteniendo, al reducirse el enrojecimiento de esta y sus zonas adyacentes .  Sin embargo, y a pesar de todo ello,  la séptima sesión de electroterapia también resultó insuficiente, y sería necesaria una nueva y última sesiòn para poder culminar el proceso curativo que nos permitiera acabar con el angiosarcoma y poder llevar a cabo en ansiado viaje contratado, con ciertas garantías.

Así que, una vez que las heridas estuvieron prácticamente cicatrizadas convinimos con nuestra doctora en programar una nueva sesiòn de electroterapìa a fin de tratar de rematar la faena de forma definitiva.

Nuevamente tuvimos que intentar convencer al paciente quien, tras las molestas y dolorosas experiencias anteriores, se resistía cada vez más a iniciar otra nueva sesión de electroterapia. Tras explicarle que era muy conveniente, ahora que empezabamos a ganar la batalla, no dar tregua a que el tumor pudiera recobrar fuerza, finalmente, utilizando grandes dosis de persuasiòn y paciencia, conseguimos que aceptase.

 El 23 de septiembre de 2010 iniciabamos, la que sería su octava y última sesiòn de electroterapia. Esta  transcurriò con problemas semejantes a todas las anteriores, aunque de menor entidad, una vez mejorado el procedimiento de anestesia local. Además, viendo como avanzaba la extension de la quemadura producida por la electroterapia, los familiares que permanecíamos, en todo momento, junto al enfermo, procurábamos mantenerlo relajado y animarle a que resistiese lo mas posible la molesta sensacion dolorosa que le producían los electrodos, a medida que transcurría el tiempo y se iban desvaneciendo los efectos locales de la procaina.   

En esta ocasiòn conseguimos que resistiera hasta el final la sesión programada, percibiéndose de forma visible, los amplios efectos de la electroterapia sobre el tumor; lo que se traduciría posteriormente en un mayor tiempo de curación de las heridas .

Como en ocasiones anteriores, terminada la sesión, la doctora procedió a retirar los electrodos y a curar y vendar la herida. Mientras tanto, el paciente se iba notando mas aliviado, al tiempo que  animado, al ver nuestra alegría y la de la doctora, por como se había desarrollado la sesiòn y por los amplios efectos de la misma. 

Tras las recomendaciones habituales de la doctora y  la programación de la cita para revisión, abonamos el importe y regresamos a casa muy satisfechos. 

A  la mañana siguiente el paciente se encontraba mejor y  apenas percibía los típicos dolores de la inflamación, lo que nos pareció muy buen síntoma. Aunque tampoco queríamos echar las campanas al vuelo, puesto que esa mejoría era típica tras cada sesiòn de electroterapia; si bien, al cabo de un tiempo los dolores inflamatorios volvían nuevamente. No obstante observábamos, también que, a medida que ibamos añadiendo nuevas sesiones de electroterapia, el dolor inflamatorio tardaba mas días en aparecer, e incluso cuando lo hacía se producía con menor intensidad cada vez, permitiendonos ir reduciendo la dosis de ibuprofeno y su paulatina sustitución por el modulador homeopático de la inflamaciòn "Traumeel", carente prácticamente de efectos secundarios .
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Imagen obtenida al día siguiente de la 8ª sesión de electroterapia 
Por otra parte, la doctora con la que habíamos iniciado el tratamiento de ozonoterapia, nos ofreció la adquisiciòn de una máquina de ozono, con la cual podríamos seguir el tratamiento en casa, por vía oral ( con agua ozonizada ), rectal y local ( aceite ozonizado ), sustituyendo así la autohemoterapia mayor que veníamos realizando semanalmente, y que  requería traslado del paciente a 60 kilometros de su domicilio además de implicar un costo mucho mayor a medio plazo, pues la máquina se amortizaba con el importe de poco mas de cuatro sesiones de autohemoterapia. Después de estudiarlo, aceptamos la propuesta y compramos la máquina de ozono, por 400 Euros. Lo hicimos pensando, no solo en el ahorro económico que ello suponía  y en la evitaciòn de las molestias del desplazamiento semanal, sino tambien en poder suministrarle el tratamiento de ozonoterapia durante el crucero que habíamos programado.

Adquirida la máquina, la doctora nos proporcionó las instrucciones básicas y el protocolo a seguir, para nuestro caso concreto, así como un manual de instrucciones aplicable a otras múltiples dolencias o problemas, indicándonos al mismo tiempo que resultaba una magnífica terapia de mantenimiento personal, el ingerir diariamente de dos a tres vasos de agua ozonizada.

Asimismo, para potenciar el efecto oxigenante del agua ozonizada, nos recomendó poner, en cada vaso de agua , tres gotas de peróxido de hidrógeno ( agua oxigenada ) de uso alimentario, en diluciòn al 3%; recomendaciones que seguimos al pie de la letra.

Días mas tarde, cuando caida la postilla quedó al descubierto la magnitud de la herida producida por la electroterapia y su profundidad, tuvimos casi la certeza de que esta vez sería la definitiva. La inflamaciòn había cedido notablemente y la zona alrededor del tumor se encontraba mucho menos enrojecida. Y lo mas importante, los dolores se habían amortiguado notablemente, hasta el punto de poder controlarlos perfectamente prescindindiendo totalmente del ibuprofeno y recurriendo cuando esporádicamente aparecían, ( normalmente después de las comidas ) al  homeopático Traumeel.  

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Imagen obtenida 25 días  después de la 8ª sesión de electroterapia                                                     ( En la herida, a la derecha se observan dos grapas correspondientes a la última cirugía )

En la fecha programada, pasamos la revisiòn con la doctora, quien comprobó que no había infección y que la herida estaba cicatrizando con normalidad. Sin embargo, en esta ocasiòn la cicatrización, resultó mas lenta que otras ocasiones, tardando en completarse casi tres meses, como consecuencia de la profundidad de la herida provocada por la electroterapia que, incluso, dejó incluso al descubierto alguna de las grapas metálicas de las intervenciones quirúrgicas anteriores realizadas en la zona.  

A medida que pasaba el tiempo, íbamos acariciando la idea de acabar con la pesadilla y de poder, por fin realizar nuestro aplazado sueño del crucero por sudamérica. 

Cuando llegó la hora de anticipar la totalidad de su importe, aúnque nuestras dudas seguían persistiendo, producto de las pasadas experiencias, vista la favorable evoluciòn, decidimos arriesgarnos y seguir adelante con nuestro plan. Fuera como fuese pensábamos, que en el peor de los casos, en el barco el paciente podría continuar con su tratamiento y podría hacer una vida muy semejante a la que venía haciendo en su casa; y en el mejor, podría disfrutar de unas bonitas vacaciones. Y, por supuesto, nosotros también, que buena falta nos hacía.

Hasta ese momento mi esposa y yo habíamos mantenido esa decisiòn en secreto; pero en ese momento decidimos contarle al paciente nuestros planes, para que fuera mentalizándose. Recuerdo que gruñó y nos dijo que no contásemos con él, pues no estaba para viajes. No obstante conociéndole como le conocíamos y viendo su positiva evoluciòn, sabíamos que lo estaba diciendo con la boca pequeña y que al final cedería. Así que nos mostramos tan inflexibles y radicales como él, y le dijimos que era algo que ya habíamos decidido, y que si no quería venirse con nosotros, ese sería su problema, puesto que nosotros estábamos decididos a hacerlo .       
   
Cuando la cicatización ya se encontraba bastante avanzada y viendo que la evoluciòn cada día era mas favorable, comenzamos albergar claras esperanzas de que estabamos consiguiendo la curaciòn definitiva. La inflamaciòn, el enrojecimiento y el dolor eran cada vez menores. Fué el momento en que decidimos, solicitar al servicio de oncología radioterápica de nuestro Servicio Público de Salud, una revisiòn, para que realizasen las pruebas pertinentes a fin de comprobar, si el angiosarcoma había remitido. 

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Distintas fases de la evolución de la cicatrizaciòn tras la 8ª sesiòn de electroterapia
El enfermo había sido "deshauciado" y con ello "condenado" al ostracismo oficial y considerado poco menos que "muerto viviente". Por ello, desde entonces, no había vuelto a ser llamado a revisión alguna, para comprobar su estado y evolución, ni para comprobar su salida de este mundo cruel.  Pero, el "muerto viviente" se resistía a ser enterrado, y se empeñaba en que, si pretendían mantenerle como alma en pena , y ahorrarse tanto el gasto de enterramiento ( por estar muerto ) como el gasto sanitario ( por serlo en vida ) al menos certificasen oficialmente, como Dios manda, esa muerte civil anunciada.    

Dos semanas mas tarde, nos recibía la joven y simpática oncóloga que le había programado las sesiones de radioterapia, quien acababa de incorporarse, tras una larga baja por maternidad: Esta, quien se acordaba del paciente, por ser el único caso de angiosarcoma que había tratado profesionalmente, no solo se alegró mucho al verle, sino que tuvo la valentía de confesar su sorpresa por el hecho de poder verle aún en el reino de los vivos y especialmente por el buen estado que observaba en el mismo. 

Conocía a mi suegro muy bien, y sabía que se tomaría aquella confesiòn como  una alabanza por su increible condición de superviviente. Y así fué, pues ví como se le alegraban sus pícaros ojillos, y como hacía algun chiste de los suyos un tanto macabro, a cuenta de semejante confesiòn.

Charlamos distendidamente un rato con la doctora, quien se interesó por el tratamiento que había seguido el paciente desde  que fué declarado inoperable e intratable con los tratamientos y protocolos convencionales. Durante la conversación le explicamos nuestro objetivo, que consistía en validar mediante las pruebas que se considerasen pertinentes, la percepciòn visual de que no quedaban restos del angiosarcoma. Aceptó nuestra petición y nos hizo una prescripciòn para solicitar la realizaciòn de un  TAC, tanto de torax, como de cabeza y cuello, así como una amplia analitica .

Días después el paciente se dirigía al ambulatorio correspondiente a su domicilio, para la extracción de sangre y la obtenciòn de la muestra de orina y, al día siguiente, realizabamos el TAC en una clínica especializada  concertada con el Servicio Público de Salud.

Una semana mas tarde recogíamos el informe del TAC, en el que no se apreciaba evidencia alguna de angiosarcoma, y unos días después, nos comunicaban que podíamos pasar nuevamente por la consulta de oncología radioterápica, para evaluar el informe del TAC y nos comunicasen  los resultados de la analítica, que fueron completamente normales y en línea con el informe del TAC.     

Aunque sabíamos que el TAC y la analítica, no eran elementos definitivos para descartar totalmente la presencia del angiosarcoma, pues el TAC no había detectado en ocasiones anteriores la afectación de los tejidos, debido a su escaso tamaño, nos proporcionó una nueva inyecciòn de optimismo; y especialmente al paciente, quien de esta manera percibía doblemente los benéficos efectos de la última sesión de electroterapia.

A partir de ese momento comenzamos a percibir, que cuando hablábamos del anunciado viaje para cuya partida faltaba, entonces, un més escaso, ya no decía nada. Lo cual, conociéndole como le conocíamos sabíamos que era una buena señal y que al final no pondría la mas mínima objeccion.

Se aproximaban las Navidades . Después de cuatro años, sería la primera Navidad que podíamos disfrutar de una cierta tranquilidad y en la que podíamos pensar en un mas "Feliz Año Nuevo".

Por fin habíamos terminado. Después de 21 meses deshojando la margarita de la incertidumbre, desde que el paciente fuese abandonado a su suerte por la medicina oficial, el resultado final de tan azaroso  recuento había sido un rotundo SI.     

domingo, 18 de septiembre de 2011

DESHOJANDO LA MARGARITA

Como tratamiento local, los emplastos de arcilla verde, mezclados con jugo natural de cebolla recien rallada, resultaron ser de gran utilidad, para reducir la inflamación alrededor de la profunda herida producida por la electroterapia, y para confinar el crecimiento del angiosasrcoma en las proximidades de la misma. Costaba creerlo, pero funcionaba; en cuanto el enrojecimiento y la inflamaciòn de la zona adyacente a la herida, se reducía, aproximando la coloraciòn de la piel a la normalidad. No obstante, aunque tanto la inflamación como el dolor se había reducido, aún persistía y hacía  necesaria la toma de ibuprofeno, junto con Omeprazol como protector gástrico; lo que nos servía de referencia para conocer en cierta medida el grado de funcionamiento del tratamiento.

Eramos conscientes de que aún no podíamos cantar victoria, y en muchas ocasiones seguían asaltándonos las dudas sobre si, finalmente, seríamos capaces de doblegar al angiosarcoma o si sería este el que terminaría venciendo. Sin embargo, cada día que pasaba, mas se acrecentaba nuestra sensaciòn de estar en el buen camino.

En esta ocasión la cicatrización fué mas lenta que en ocasiones anteriores, puesto que la quemadura producida por la electroterapia había sido mas profunda y afectado a una gran cantidad de tejido tumoral.

Resultaba difícil de creer, viendo el aspecto y la evolución de la herida producida por la última sesión de electroterapia, que aquella pudiera cicatrizar como lo estaba haciendo, sin dejar una fea señal cicatricial; y más aún aún, que la aparatosa herida no llegara a infectarse, cuando las curas se limitaban a betadine y aceite ozonizado, que realizábamos, eso si, dos o tres veces al día. Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, milagrosamente, los bordes de la herida iban reduciéndose poco a poco, al igual que su profundidad, hasta terminar dejando un tejido cicatricial, apenas reconocible por una pequeña señal y un leve enrojeciento de la zona  donde había asentado la herida.  

Cuando llevábamos aproximadamente dos meses desde la última sesión de electroterapia, y mientras  estábamos esperando que la herida terminase de cicatrizar, para poder iniciar una nueva sesiòn, que esperábamos fuese la definitiva, la amiga doctora, que nos había recomendado el empleo de los emplastos de arcilla verde, nos pidiò que la acompañaramos a visitar a un curandero al que su madre se empeñaba en visitar, para intentar curarse de los problemas circulatorios que afectaban a sus extremidades inferiores, sin que resultase aliviada por los tratamientos convencionales. Al parecer, su madre había oido que tenía muy buena fama de curar enfermedades rebeldes, y se le había metido en la cabeza hacerle una visita. Nuestra amiga doctora, tras intentar convencerla de que no perdiese el tiempo ni el dinero en visitar curanderos, había tenido que ceder finalmente a la cabezonería de su madre, con el único fin de contentarla y evitar que acudiese sola por su cuenta .

Intentando complacer a su amiga y, de paso, aprovechando para satisfacer su propia curiosidad, mi mujer sugirió llevar tambien a su padre a la consulta del curandero. Aunque solo fuese por si sonaba la flauta.

Personalmente no me hacía ninguna gracia aquella visita, a 70 kilómetros de nuestra residencia, que implicaba perder toda una tarde en algo en lo que a priori no creía; pero finalmente las cansinas técnicas persuasivas de mi mujer,  me arrancaron un, ¡amén!.

La curiosa historia de lo que pasó ese día con el curandero milagrero no tiene desperdicio. Como, por motivos distintos la he escrito en otro lugar no voy a repetirla ahora. Pero quien se sienta interesado o intrigado por la misma, puede verla aquí. 

Pocos días después de la mentada visita al curandero, de cuyo "chiringuito" salimos de estampida, cuando vimos de que iba la cosa, llegamos a la convicciòn de que sería necesaria una nueva sesiòn de electroterapia, para tratar de reducir nuevamente la adenopatía, que aúnque había disminuido notablemente de tamaño, no había sido completamente erradicada tras la completa cicatrizaciòn de la herida, indicando que el angiosarcoma, aunque cada vez mas reducido y con menos fuerza aún seguía allí agazapado.

Tras concertar una nueva cita para tal fin con la doctora, el 8 de julio de 2010, el paciente se encontraba nuevamente tumbado en la "camilla eléctrica" , como aquel sarcásticamente la llamaba, listo para someterse a una nueva sesiòn de electroterapia.

Una vez más en esta ocasión tampoco pudo culminar el tiempo programado para la sesiòn. Sin embargo, al igual que en la sesión anterior había quemado una amplia extensión tumoral, dándole al angiosarcoma otro importante bocado, en la yugular.  Además seguíamos manteniendo el tratamiento seguido hasta ese momento, incluyendo los emplastos locales de arcilla verde, que cambiábamos tres veces al día, cuyo efecto continuó resultando sorprendente para reducir la inflamación y el rubor producido por aquella, así como la progresión del mismo que, desde hacía tiempo venía apuntando hacia la barbilla.      

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Evolución de la cicatrización. Séptima sesión de electroterapia

A principios de ese año, en un momento de euforia en que pensamos que finalmente el tratamiento podría terminar surtiendo efecto, nos habíamos propuesto cumplir un sueño largo tiempo acariciado y que habíamos tenido que ir aplazando por diversas circunstancias sobrevenidas, entre las cuales se encontraba el angiosarcoma que a todos nos traia "de cabeza", y especialmente al paciente. Llevabamos tiempo intentando realizar un crucero que recorriese la costa sudamericana desde el pacífico al atlantico o viceversa. Así que a principios de 2010, aprovechando una buena oferta, y que hasta un més antes de la salida no era necesario  el abono del importe total, contratamos un crucero de 15 días con salida el 15 de enero de 2011, coincidiendo con el verano austral. Adicionalmente, y previendo que no consiguieramos nuestro objetivo de acabar con el angiosarcoma para esa fecha, contratamos un seguro que cubriese de manera amplia el riesgo de cancelaciòn .

Al principio no le mencionamos al paciente nada sobre nuestra iniciativa, en la que estaba incluido , como "paquete", así como su segunda hija como invitada; a la que tampoco avisamos inicialmente, para no crear falsas expectativas hasta ver como evolucionaban los tratamientos .

  A medida que pasaban los meses veíamos que, con altibajos y contratiempos inesperados, ibamos ganando terreno al angiosarcoma, y aunque aún no teníamos del todo claro si conseguiríamos extingurlo o incluso reducirlo suficientemente, como para permitirle realizar en viaje sin grandes problemas, una vez vista la positiva evolución y el resultado de la última sesiòn de electroterapia, nos decidimos a comunicárselo, pensando que con ello podría animarse y servirle de estímulo para sobrellevar mejor los tratamientos y las engorrosas molestias propias de los mismos y del angiosarcoma. Sin embargo, como nos temíamos, no parecía compartir nuestro optimismo y no nos tomó en serio, refunfuñando y diciéndonos que él no estaba en condiciones de hacer dicho viaje.

Aquella actitud nos supuso a mi mujer y a mi un jarro e agua fría; pero aún así, decidmos seguir adelante y continuar con nuestros planes. Sin embargo, a medida que pasaban los meses y se acercaba el momento del pago del importe total del viaje, una vez más empezaban a asaltarnos las dudas de si el paciente estaría en condiciones de realizarlo, y si no tendríamos que suspenderlo y aplazarlo para mejor ocasión.
 Y así seguimos deshojando la margarita hasta el último minuto.