sábado, 19 de febrero de 2011

EL VIACRUCIS : QUINTA ESTACION


El mismo día en que el Jefe del Servicio Cirugía Plástica nos comunicó el resultado del estudio anatomopatológico y el acuerdo de la Comisiòn conjunta de dicho Servicio y del de Oncología Radioterápica, por el que decidían derivar al paciente a éste último Servicio, para continuar el tratamiento, nos dirigimos a la Secretaría del mismo para iniciar el trámite correspondiente.

Una vez explicada la situación a la funcionaria de la ventanilla del Servicio y tras esperar unos tres cuartos de hora, fuimos invitados a pasar al despacho del doctor que nos había sido asignado; que en este caso, resultó una doctora.

La doctora una joven de aparentando poco más de treinta años, nos atendiò con una amabilidad y delicadeza, hasta entonces desconocida, explicándonos con detalle, en que consistiría el tratamiento radioterápico, sus riesgos, y los posibles efectos secundarios que podíamos esperar, así como las posibles formas de minimizar unos y otras; asimismo respondiò a nuestras preguntas sobre las posibilidades de curación tras el tratamiento; si bien,en este último punto, resultó mas vacilante, aunque si nos aclaró que, aunque no existía garantía alguna de curación, la radioterapia, constituía, después de la cirugía, la segunda indicaciòn terapéutica y que, a pesar de la dureza del tratamiento, resultaba conveniente intentarlo, pués no existía otra opción válida; ya que la quimioterapia, tanto por la edad del paciente, como por el tipo de tumor, no resultaba recomendable, al no conocerse ningún medicamente específico eficaz para el mismo.

Ante tan negro panorama decidimos probar suerte en la ruleta radioterápica; especialmente teniendo en cuenta que el paciente, a pesar de todo, se encontraba, físicamente, con fuerzas, y psicológicamene animado y que no conocíamos otra opción en ese momento. Además las explicaciones de la doctora y su trato amable y distendido, nos infundió confianza e inyectó una cierta dosis de moderado optimismo. Pues para esa fecha y después de todas las pasadas experiencias nuestra percepción del problema había ido cambiando de tono, pasando del color mas o menos rosa a un gris bastante oscuro.

Cuando le preguntamos, cuando podría empezar el tratamiento, no nos dió fecha en ese momento, alegando que antes sería preciso hacer un un estudio para determinar la zona exacta a tratar y su profundidad, junto con una previa simulación por ordenador para determinar la dosis de radiaciòn a aplicar; así como preparar la máscara que dejaría expuesta únicamente el área a tratar y protegería las restantes zonas adyacentes. A pesar de esa falta de concrecciòn, se comprometió a intentar que fuese lo antes posible, ya que era consciente de la agresividad del angiosarcoma y, probablemente tambien, teniendo en cuenta que, al principio de la entrevista, le habíamos comentado de nuestros malestar por los retrasos y fallos que habíamos detectado tanto en el diagnóstico como en las distintas intervenciones quirúrgicas, que entendíamos habían contribuido a que nos encontrásemos en la situaciòn actual.

A pesar de ello, y de su buena voluntad, que nos consta, el tratamimento efectivo, una vez realizadas todas las pruebas y ensayos preliminares, no fué posible iniciarlo hasta el día 18 de diciembre de ese mismo año 2007. Parecía claro que esa Navidad el paciente tendría que comerse el turrón con la cabeza chamuscada. Aún cuando pensábamos que eso carecía de importancia si con ello conseguíamos acabar con el problema.

Dada la agresividad del tratamiento radioterápico que el paciente iba a comenzar, y mientras transcurría el tiempo para su inicio, decidimos efectuar, al margen de la Seguridad Social, una segunda consuolta sobre la conveniencia del tratamiento propuesto y, en su caso la posibilidad de considerar otro tratamiento mas efectivo y menos agresivo.

Tras concertar una cita con el servicio de oncología de una de las clínicas privadas mas prestigiosas existentes en la provincia, la doctora que nos atendió, tras el estudio de todos los antecedentes y la realizaciòn de un TAC, nos informó que la opción radioterápica, a pesar de no proporcionar garantías de curaciòn, resultaba la mas indicada, descartando igualmente cualquier opción quimioterápica, al no concerse ningúna medicación de ese tipo indicada en el caso de angiosarcoma.

Con semejante información no nos quedaba mas remedio, si es que así podía llamarse, que la radioterapia. Y a Santa Radioterapia nos encomendamos.

Llegado el día 18 de diciembre, tras haber pasado previamente por todas las fases de preparación, llegamos con el paciente a la sala de espera del servicio de oncología radioterápica, donde ya se encontraban esperando otros pacientes; la mayoría de ellos junto a sus familiares.
Lo primero que nos sorprendió, fué el buen ambiente que nos encontramos, y la buena acogida recibida, tanto por los pacientes que esperaban como por el personal sanitario encargado de su tratamiento .

La sala de espera consistía en una larga sala rectangular con sillones adosados contra las dos paredes mas largas, separados por un pasillo de escasos dos metros de ancho; en uno de cuyos extremos se situaba la puerta de acceso a la sala de espera y en el otro, la puerta donde se ubicaba la sala de tratamiento; de la cual, cada cierto tiempo, salía una enfermera o enfermero, para anunciar el próximo paciente al que había llegado el turno de ser tratado, conforme al programa de citas previamente concertadas .

Cuando esperábamos encontrarnos una sala con pacientes semi-moribundos, deprimidos o sumidos en el dolor y la desesperanza, nos sorpendió ver el increible buen estado de ánimo de la mayoría de los allí presentes, a pesar de sus graves dolencias, del tiempo que llevaban en tratamiento radioterápico y de las secuelas que este iba dejando en alguno de ellos; de los cuales incluso mas de uno se encontraban compatibilizado aquel con quimioterapia.

Allí cada uno hablaba de sus males , tratamientos y experiencias con total naturalidad; bromeando, e incluso riendo las bromas, sin traslucir en ningún momento que se encontrasen en la antesala de la muerte. Casi todos irradiaban un espíritu positivo y de lucha que invitaba a la esperanza y que ayudó a relajar la que habíamos presagiado tensa espera del primer día.

Tras la entrada y posterior salida de varios pacientes llegó el turno al nuestro, al que su hija despidió, antes de desaparecer tras la puerta de la sala de tratamiento, tan efusivamente, como si se tratase de un gladiador que iba a enfrentarse a un peligroso enemigo, y al que corría el riesgo de no volver a ver .

Unos quince minutos mas tarde, aproximadamente, el paciente volvía a aparecer por la puerta donde había entrada, sonriente, como si nada hubiera pasado, y mostrando únicamente un ligero enrojecimiento en la zona radiada semejante al obtenido con una moderada esposición al sol.

Le preguntamos, curiosos, como había ido todo, y nos explicó que tras quitarle todos los objetos metálicos que llevaba, le colocaron la máscara protectora con la que en días anteriores habían realizado la simulación , sobre unos puntos previamente tatuados sobre la cara con el fin de no variar su posiciòn durante todo el tratamiento, y lo introdujeron en una especie de bunker aislado, comunicado por un interfono y visible a través de un cristal fijo, al tiempo que lo inmovilizaban para que la radiación aplicada incidiese exactamente en la zona programada.
Y así durante 33 sesiones, 5 días a la semana, con algún pequeño descanso añadido motivado, por las fiestas navideñas y por la avería que en una ocasiòn sufrió el aparato, y que obligó a suspender tratamientos hasta su reparaciòn; con lo que el mismo finalizó el 4 de febrero de 2008, recibiendo una dosis total de 65 Grays.

A pesar de los riesgos acerca de las posibles efectos secundarios del tratamiento radioterápico, sobre los cuales ya habiamos sido advertidos, todo fué mas o menos bien durante las 20 primeras sesiones. Después de cada sesión y varias veces al día el paciente se hidrataba y trataba el efecto de las radiaciones con el uso de una crema, a base de urea ( Ureadin ) o de aloe, tal como le había sido recomendado por los doctores;a pesar de lo cual resultaba prácticamente imposible evitar que la zona radiada se fuera enrojeciendo cada vez más, y en particular toda la fina capa de piel injertada. Durante las tres últimas semanas de tratamiento el paciente esperaba la llegada del viernes con la cabeza ardiendo, como el boxeador sonado que espera el sonido salvador de la campana, anunciando el final del asalto. Tras el descanso del fin de semana, la piel, ligeramente recuperada, volvía a ser bombardeada con nuevas dosis de radiación que se acumulaba con la ya recibida anteriormente. Al final, con la cabeza medio desollada y parte del pelo adyacente a la zona radiada perdido, el paciente pudo descansar de aquella tortura que supuestamente iba a salvarle la vida.Pero no fué así; como comprobaríamos, tristemente, algún tiempo después.

Una vez concluido el tratamiento radioterápico programado y dadas, por la doctora que hacía el seguimiento, las instrucciones para el tratamiento posterior de la epitelitis G 2 que afectaba a la zona radiada, se fijó un control, para comprobaciòn de la evoluciòn para el 17 de mayo de ese mismo año 2008. Durante ese tiempo, la epitelitis ( enrojecimiento, inflamación y descamaciòn de la piel radiada ) fué mejorando gracias al tratamiento diario y la zona radiada , si bien a finales de abril, en el area operada, comenzamos a notar unas pequeñas zonas donde se apreciaba un ligero cambio de la coloración y aspecto de la piel, que no sabíamos si atribuir a una redidiva o a un efecto secudario de la radiación. Así que decicimos observar su evoluciòn para comentárselo posteriormente a la doctora en caso de que el problema persistiese o se incrementase.

Llegada la fecha fijada para el control, las manchas habían evolucionado muy poco, pero no desaparecían, a pesar de continuar el paciente aplicando el tratamiento prescrito . Hecho que pusimos en conocimiento del nuevo doctor que nos habían asignado, puesto que la joven doctora que nos había atendido hasta ese momento había causado baja, por embarazo, según nos dijeron.
El doctor nos dijo que, dado el estado incipiente de los pequeños cambios en la coloraciòn y aspecto de la piel observados no era posible determinar si eran debidos a una recidiva o a efectos secundarios de la radioterapia, inclinándose por esta última posibilidad, dado que era frecuente y normal semejante tipo de alteraciones tras las sesiones de radioterapia . No obstante, ante nuestra insistencia para salir de dudas sin perder mas tiempo, solicitó la realizaciòn de una radiografía de torax, TAC y una analítica de glucosa, urea, creatinina, acido úridco, calcio, fosforo, sodio, potasio y cloro, colesterol, triglicéridos, HDL, hierro, ferritina, GOT, GTP, GGT, fosfatasa alcalina, así como un hemograma; tras todo lo cual no fué observada ninguna anormalidad destacable; Todo ello, al tiempo que programaba un nuevo control para dentro de otros tres meses.

Entre tanto la evolución de las pequeñas manchas, era tan lenta , poco notoria, y tan diferente en relación con la que había mostrado e angiosarcoma en sus comienzos, que optamos por terminar creyendo la versión del doctor relativa a que no constituía otra cosa que una mero efecto secundario de la radioterapia . Supongo que en ello influyó tambien el humano deseo de creer que la pesadilla había terminado, unido al hecho de que las recidivas tras cada operación quirúrgica no tardaban mas de un més en aparecer y que además lo hacían de forma mas agresiva que la que veníamos observando en los últimos días.

No obstante iniciado el més de septiembre los cambios hasta entonces observados, comenzaron a ser mas ostensibles y rápidos, y empezamos tener la sospecha de que aquello no era lo que habíamos pensado, sino el inicio de otra recidiva. Cuando el día 24 de septiembre nos citaron en el servicio de radioterapia para la revisión trimestral, el doctor, tras explicarle como se había producido la evoluciòn solicitó una citología para células neoplásicas. Dos días después,al paciente le era realizada una biopsia para llevar a cabo el análisis anatomopatològico de la muestra obtenida, y el 20 de octubre del mismo año se nos informaba del resultado : "CITOLOGIA NEGATIVA PARA CELULAS NEOPLASICAS".

Por otra parte, al igual que la analítica realizada, el TAC realizado el 17 de octubre del mismo año resultó todo normal y en particular respecto de la zona retroauricular el informe del mismo decía : "CAMBIOS POS-TQUIRURGICOS EN LAS PARTES BLANDAS DE LA REGION RETROAURICULAR Y OCCIPITAL IZQUIERDA SIN EVIDENCIA DE MASAS DE PARTES BLANDAS QUE SUGIERAN RESTOS O RECIDIVA TUMORAL . ESTOS HALLAZGOS NO HAN SUFRIDO MANIFESTACIONES SIGNIFICATIVAS RESPECTO AL TAC PREVIO QUE SE APORTA DE FEHA 6-5-2008" .

Extrañados, y aún sabiendo que el TAC no era un instrumento suficientemente fino en nuestro caso, pues tampoco había detectado en otras ocasiones anteriores pequeñas recicivas incipientes, resultado, ante la falta de evidencia de recidiva, nos marchamos, contentos, aunque un tanto escépticos, dados los precedentes de errores que habíamos sufrido. Y razones teníamos para el escepticismo; pues a los pocos días comprobamos que la zona biopsiada no cicatrizaba, al tiempo que crecía y lejos de mejorar, su aspecto era cada día mas preocupante, por lo cual, días mas tarde volvimos nuevamente al servicio de cirugía plástica , donde se había realizado la biopsia y a la vista de la evoluciòn observada en tan breve espacio de tiempo, se decidía reintervenir nuevamente en la zona ya operada, donde habia aparecido la supuesta recidiva.

Habíamos cubierto otra estación del via crucis, pero, desgraciadamente, el camino estaba lejos de concluir .