viernes, 30 de septiembre de 2011

Y AL FINAL RESULTÓ SI

  
El proceso de curación de las heridas producidas por la última sesión de electroterapia resultó en esta ocasión mas largo que en las anteriores, debido a la amplitud y profundidad de sus efectos. Notábamos que la inflamación había descendido notablemente y que se reducía con el paso de los días, lo que comprobábamos al permitir al paciente reducir la dosis de Ibuprofeno que tomaba para soportar los dolores y molestias derivadas de la misma. Al mismo tiempo comenzábamos a constatar visualmente que la extensión del angiosarcoma hacia la barbilla, se iba estabilizando y deteniendo, al reducirse el enrojecimiento de esta y sus zonas adyacentes .  Sin embargo, y a pesar de todo ello,  la séptima sesión de electroterapia también resultó insuficiente, y sería necesaria una nueva y última sesiòn para poder culminar el proceso curativo que nos permitiera acabar con el angiosarcoma y poder llevar a cabo en ansiado viaje contratado, con ciertas garantías.

Así que, una vez que las heridas estuvieron prácticamente cicatrizadas convinimos con nuestra doctora en programar una nueva sesiòn de electroterapìa a fin de tratar de rematar la faena de forma definitiva.

Nuevamente tuvimos que intentar convencer al paciente quien, tras las molestas y dolorosas experiencias anteriores, se resistía cada vez más a iniciar otra nueva sesión de electroterapia. Tras explicarle que era muy conveniente, ahora que empezabamos a ganar la batalla, no dar tregua a que el tumor pudiera recobrar fuerza, finalmente, utilizando grandes dosis de persuasiòn y paciencia, conseguimos que aceptase.

 El 23 de septiembre de 2010 iniciabamos, la que sería su octava y última sesiòn de electroterapia. Esta  transcurriò con problemas semejantes a todas las anteriores, aunque de menor entidad, una vez mejorado el procedimiento de anestesia local. Además, viendo como avanzaba la extension de la quemadura producida por la electroterapia, los familiares que permanecíamos, en todo momento, junto al enfermo, procurábamos mantenerlo relajado y animarle a que resistiese lo mas posible la molesta sensacion dolorosa que le producían los electrodos, a medida que transcurría el tiempo y se iban desvaneciendo los efectos locales de la procaina.   

En esta ocasiòn conseguimos que resistiera hasta el final la sesión programada, percibiéndose de forma visible, los amplios efectos de la electroterapia sobre el tumor; lo que se traduciría posteriormente en un mayor tiempo de curación de las heridas .

Como en ocasiones anteriores, terminada la sesión, la doctora procedió a retirar los electrodos y a curar y vendar la herida. Mientras tanto, el paciente se iba notando mas aliviado, al tiempo que  animado, al ver nuestra alegría y la de la doctora, por como se había desarrollado la sesiòn y por los amplios efectos de la misma. 

Tras las recomendaciones habituales de la doctora y  la programación de la cita para revisión, abonamos el importe y regresamos a casa muy satisfechos. 

A  la mañana siguiente el paciente se encontraba mejor y  apenas percibía los típicos dolores de la inflamación, lo que nos pareció muy buen síntoma. Aunque tampoco queríamos echar las campanas al vuelo, puesto que esa mejoría era típica tras cada sesiòn de electroterapia; si bien, al cabo de un tiempo los dolores inflamatorios volvían nuevamente. No obstante observábamos, también que, a medida que ibamos añadiendo nuevas sesiones de electroterapia, el dolor inflamatorio tardaba mas días en aparecer, e incluso cuando lo hacía se producía con menor intensidad cada vez, permitiendonos ir reduciendo la dosis de ibuprofeno y su paulatina sustitución por el modulador homeopático de la inflamaciòn "Traumeel", carente prácticamente de efectos secundarios .
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Imagen obtenida al día siguiente de la 8ª sesión de electroterapia 
Por otra parte, la doctora con la que habíamos iniciado el tratamiento de ozonoterapia, nos ofreció la adquisiciòn de una máquina de ozono, con la cual podríamos seguir el tratamiento en casa, por vía oral ( con agua ozonizada ), rectal y local ( aceite ozonizado ), sustituyendo así la autohemoterapia mayor que veníamos realizando semanalmente, y que  requería traslado del paciente a 60 kilometros de su domicilio además de implicar un costo mucho mayor a medio plazo, pues la máquina se amortizaba con el importe de poco mas de cuatro sesiones de autohemoterapia. Después de estudiarlo, aceptamos la propuesta y compramos la máquina de ozono, por 400 Euros. Lo hicimos pensando, no solo en el ahorro económico que ello suponía  y en la evitaciòn de las molestias del desplazamiento semanal, sino tambien en poder suministrarle el tratamiento de ozonoterapia durante el crucero que habíamos programado.

Adquirida la máquina, la doctora nos proporcionó las instrucciones básicas y el protocolo a seguir, para nuestro caso concreto, así como un manual de instrucciones aplicable a otras múltiples dolencias o problemas, indicándonos al mismo tiempo que resultaba una magnífica terapia de mantenimiento personal, el ingerir diariamente de dos a tres vasos de agua ozonizada.

Asimismo, para potenciar el efecto oxigenante del agua ozonizada, nos recomendó poner, en cada vaso de agua , tres gotas de peróxido de hidrógeno ( agua oxigenada ) de uso alimentario, en diluciòn al 3%; recomendaciones que seguimos al pie de la letra.

Días mas tarde, cuando caida la postilla quedó al descubierto la magnitud de la herida producida por la electroterapia y su profundidad, tuvimos casi la certeza de que esta vez sería la definitiva. La inflamaciòn había cedido notablemente y la zona alrededor del tumor se encontraba mucho menos enrojecida. Y lo mas importante, los dolores se habían amortiguado notablemente, hasta el punto de poder controlarlos perfectamente prescindindiendo totalmente del ibuprofeno y recurriendo cuando esporádicamente aparecían, ( normalmente después de las comidas ) al  homeopático Traumeel.  

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Imagen obtenida 25 días  después de la 8ª sesión de electroterapia                                                     ( En la herida, a la derecha se observan dos grapas correspondientes a la última cirugía )

En la fecha programada, pasamos la revisiòn con la doctora, quien comprobó que no había infección y que la herida estaba cicatrizando con normalidad. Sin embargo, en esta ocasiòn la cicatrización, resultó mas lenta que otras ocasiones, tardando en completarse casi tres meses, como consecuencia de la profundidad de la herida provocada por la electroterapia que, incluso, dejó incluso al descubierto alguna de las grapas metálicas de las intervenciones quirúrgicas anteriores realizadas en la zona.  

A medida que pasaba el tiempo, íbamos acariciando la idea de acabar con la pesadilla y de poder, por fin realizar nuestro aplazado sueño del crucero por sudamérica. 

Cuando llegó la hora de anticipar la totalidad de su importe, aúnque nuestras dudas seguían persistiendo, producto de las pasadas experiencias, vista la favorable evoluciòn, decidimos arriesgarnos y seguir adelante con nuestro plan. Fuera como fuese pensábamos, que en el peor de los casos, en el barco el paciente podría continuar con su tratamiento y podría hacer una vida muy semejante a la que venía haciendo en su casa; y en el mejor, podría disfrutar de unas bonitas vacaciones. Y, por supuesto, nosotros también, que buena falta nos hacía.

Hasta ese momento mi esposa y yo habíamos mantenido esa decisiòn en secreto; pero en ese momento decidimos contarle al paciente nuestros planes, para que fuera mentalizándose. Recuerdo que gruñó y nos dijo que no contásemos con él, pues no estaba para viajes. No obstante conociéndole como le conocíamos y viendo su positiva evoluciòn, sabíamos que lo estaba diciendo con la boca pequeña y que al final cedería. Así que nos mostramos tan inflexibles y radicales como él, y le dijimos que era algo que ya habíamos decidido, y que si no quería venirse con nosotros, ese sería su problema, puesto que nosotros estábamos decididos a hacerlo .       
   
Cuando la cicatización ya se encontraba bastante avanzada y viendo que la evoluciòn cada día era mas favorable, comenzamos albergar claras esperanzas de que estabamos consiguiendo la curaciòn definitiva. La inflamaciòn, el enrojecimiento y el dolor eran cada vez menores. Fué el momento en que decidimos, solicitar al servicio de oncología radioterápica de nuestro Servicio Público de Salud, una revisiòn, para que realizasen las pruebas pertinentes a fin de comprobar, si el angiosarcoma había remitido. 

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Distintas fases de la evolución de la cicatrizaciòn tras la 8ª sesiòn de electroterapia
El enfermo había sido "deshauciado" y con ello "condenado" al ostracismo oficial y considerado poco menos que "muerto viviente". Por ello, desde entonces, no había vuelto a ser llamado a revisión alguna, para comprobar su estado y evolución, ni para comprobar su salida de este mundo cruel.  Pero, el "muerto viviente" se resistía a ser enterrado, y se empeñaba en que, si pretendían mantenerle como alma en pena , y ahorrarse tanto el gasto de enterramiento ( por estar muerto ) como el gasto sanitario ( por serlo en vida ) al menos certificasen oficialmente, como Dios manda, esa muerte civil anunciada.    

Dos semanas mas tarde, nos recibía la joven y simpática oncóloga que le había programado las sesiones de radioterapia, quien acababa de incorporarse, tras una larga baja por maternidad: Esta, quien se acordaba del paciente, por ser el único caso de angiosarcoma que había tratado profesionalmente, no solo se alegró mucho al verle, sino que tuvo la valentía de confesar su sorpresa por el hecho de poder verle aún en el reino de los vivos y especialmente por el buen estado que observaba en el mismo. 

Conocía a mi suegro muy bien, y sabía que se tomaría aquella confesiòn como  una alabanza por su increible condición de superviviente. Y así fué, pues ví como se le alegraban sus pícaros ojillos, y como hacía algun chiste de los suyos un tanto macabro, a cuenta de semejante confesiòn.

Charlamos distendidamente un rato con la doctora, quien se interesó por el tratamiento que había seguido el paciente desde  que fué declarado inoperable e intratable con los tratamientos y protocolos convencionales. Durante la conversación le explicamos nuestro objetivo, que consistía en validar mediante las pruebas que se considerasen pertinentes, la percepciòn visual de que no quedaban restos del angiosarcoma. Aceptó nuestra petición y nos hizo una prescripciòn para solicitar la realizaciòn de un  TAC, tanto de torax, como de cabeza y cuello, así como una amplia analitica .

Días después el paciente se dirigía al ambulatorio correspondiente a su domicilio, para la extracción de sangre y la obtenciòn de la muestra de orina y, al día siguiente, realizabamos el TAC en una clínica especializada  concertada con el Servicio Público de Salud.

Una semana mas tarde recogíamos el informe del TAC, en el que no se apreciaba evidencia alguna de angiosarcoma, y unos días después, nos comunicaban que podíamos pasar nuevamente por la consulta de oncología radioterápica, para evaluar el informe del TAC y nos comunicasen  los resultados de la analítica, que fueron completamente normales y en línea con el informe del TAC.     

Aunque sabíamos que el TAC y la analítica, no eran elementos definitivos para descartar totalmente la presencia del angiosarcoma, pues el TAC no había detectado en ocasiones anteriores la afectación de los tejidos, debido a su escaso tamaño, nos proporcionó una nueva inyecciòn de optimismo; y especialmente al paciente, quien de esta manera percibía doblemente los benéficos efectos de la última sesión de electroterapia.

A partir de ese momento comenzamos a percibir, que cuando hablábamos del anunciado viaje para cuya partida faltaba, entonces, un més escaso, ya no decía nada. Lo cual, conociéndole como le conocíamos sabíamos que era una buena señal y que al final no pondría la mas mínima objeccion.

Se aproximaban las Navidades . Después de cuatro años, sería la primera Navidad que podíamos disfrutar de una cierta tranquilidad y en la que podíamos pensar en un mas "Feliz Año Nuevo".

Por fin habíamos terminado. Después de 21 meses deshojando la margarita de la incertidumbre, desde que el paciente fuese abandonado a su suerte por la medicina oficial, el resultado final de tan azaroso  recuento había sido un rotundo SI.     

domingo, 18 de septiembre de 2011

DESHOJANDO LA MARGARITA

Como tratamiento local, los emplastos de arcilla verde, mezclados con jugo natural de cebolla recien rallada, resultaron ser de gran utilidad, para reducir la inflamación alrededor de la profunda herida producida por la electroterapia, y para confinar el crecimiento del angiosasrcoma en las proximidades de la misma. Costaba creerlo, pero funcionaba; en cuanto el enrojecimiento y la inflamaciòn de la zona adyacente a la herida, se reducía, aproximando la coloraciòn de la piel a la normalidad. No obstante, aunque tanto la inflamación como el dolor se había reducido, aún persistía y hacía  necesaria la toma de ibuprofeno, junto con Omeprazol como protector gástrico; lo que nos servía de referencia para conocer en cierta medida el grado de funcionamiento del tratamiento.

Eramos conscientes de que aún no podíamos cantar victoria, y en muchas ocasiones seguían asaltándonos las dudas sobre si, finalmente, seríamos capaces de doblegar al angiosarcoma o si sería este el que terminaría venciendo. Sin embargo, cada día que pasaba, mas se acrecentaba nuestra sensaciòn de estar en el buen camino.

En esta ocasión la cicatrización fué mas lenta que en ocasiones anteriores, puesto que la quemadura producida por la electroterapia había sido mas profunda y afectado a una gran cantidad de tejido tumoral.

Resultaba difícil de creer, viendo el aspecto y la evolución de la herida producida por la última sesión de electroterapia, que aquella pudiera cicatrizar como lo estaba haciendo, sin dejar una fea señal cicatricial; y más aún aún, que la aparatosa herida no llegara a infectarse, cuando las curas se limitaban a betadine y aceite ozonizado, que realizábamos, eso si, dos o tres veces al día. Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, milagrosamente, los bordes de la herida iban reduciéndose poco a poco, al igual que su profundidad, hasta terminar dejando un tejido cicatricial, apenas reconocible por una pequeña señal y un leve enrojeciento de la zona  donde había asentado la herida.  

Cuando llevábamos aproximadamente dos meses desde la última sesión de electroterapia, y mientras  estábamos esperando que la herida terminase de cicatrizar, para poder iniciar una nueva sesiòn, que esperábamos fuese la definitiva, la amiga doctora, que nos había recomendado el empleo de los emplastos de arcilla verde, nos pidiò que la acompañaramos a visitar a un curandero al que su madre se empeñaba en visitar, para intentar curarse de los problemas circulatorios que afectaban a sus extremidades inferiores, sin que resultase aliviada por los tratamientos convencionales. Al parecer, su madre había oido que tenía muy buena fama de curar enfermedades rebeldes, y se le había metido en la cabeza hacerle una visita. Nuestra amiga doctora, tras intentar convencerla de que no perdiese el tiempo ni el dinero en visitar curanderos, había tenido que ceder finalmente a la cabezonería de su madre, con el único fin de contentarla y evitar que acudiese sola por su cuenta .

Intentando complacer a su amiga y, de paso, aprovechando para satisfacer su propia curiosidad, mi mujer sugirió llevar tambien a su padre a la consulta del curandero. Aunque solo fuese por si sonaba la flauta.

Personalmente no me hacía ninguna gracia aquella visita, a 70 kilómetros de nuestra residencia, que implicaba perder toda una tarde en algo en lo que a priori no creía; pero finalmente las cansinas técnicas persuasivas de mi mujer,  me arrancaron un, ¡amén!.

La curiosa historia de lo que pasó ese día con el curandero milagrero no tiene desperdicio. Como, por motivos distintos la he escrito en otro lugar no voy a repetirla ahora. Pero quien se sienta interesado o intrigado por la misma, puede verla aquí. 

Pocos días después de la mentada visita al curandero, de cuyo "chiringuito" salimos de estampida, cuando vimos de que iba la cosa, llegamos a la convicciòn de que sería necesaria una nueva sesiòn de electroterapia, para tratar de reducir nuevamente la adenopatía, que aúnque había disminuido notablemente de tamaño, no había sido completamente erradicada tras la completa cicatrizaciòn de la herida, indicando que el angiosarcoma, aunque cada vez mas reducido y con menos fuerza aún seguía allí agazapado.

Tras concertar una nueva cita para tal fin con la doctora, el 8 de julio de 2010, el paciente se encontraba nuevamente tumbado en la "camilla eléctrica" , como aquel sarcásticamente la llamaba, listo para someterse a una nueva sesiòn de electroterapia.

Una vez más en esta ocasión tampoco pudo culminar el tiempo programado para la sesiòn. Sin embargo, al igual que en la sesión anterior había quemado una amplia extensión tumoral, dándole al angiosarcoma otro importante bocado, en la yugular.  Además seguíamos manteniendo el tratamiento seguido hasta ese momento, incluyendo los emplastos locales de arcilla verde, que cambiábamos tres veces al día, cuyo efecto continuó resultando sorprendente para reducir la inflamación y el rubor producido por aquella, así como la progresión del mismo que, desde hacía tiempo venía apuntando hacia la barbilla.      

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Evolución de la cicatrización. Séptima sesión de electroterapia

A principios de ese año, en un momento de euforia en que pensamos que finalmente el tratamiento podría terminar surtiendo efecto, nos habíamos propuesto cumplir un sueño largo tiempo acariciado y que habíamos tenido que ir aplazando por diversas circunstancias sobrevenidas, entre las cuales se encontraba el angiosarcoma que a todos nos traia "de cabeza", y especialmente al paciente. Llevabamos tiempo intentando realizar un crucero que recorriese la costa sudamericana desde el pacífico al atlantico o viceversa. Así que a principios de 2010, aprovechando una buena oferta, y que hasta un més antes de la salida no era necesario  el abono del importe total, contratamos un crucero de 15 días con salida el 15 de enero de 2011, coincidiendo con el verano austral. Adicionalmente, y previendo que no consiguieramos nuestro objetivo de acabar con el angiosarcoma para esa fecha, contratamos un seguro que cubriese de manera amplia el riesgo de cancelaciòn .

Al principio no le mencionamos al paciente nada sobre nuestra iniciativa, en la que estaba incluido , como "paquete", así como su segunda hija como invitada; a la que tampoco avisamos inicialmente, para no crear falsas expectativas hasta ver como evolucionaban los tratamientos .

  A medida que pasaban los meses veíamos que, con altibajos y contratiempos inesperados, ibamos ganando terreno al angiosarcoma, y aunque aún no teníamos del todo claro si conseguiríamos extingurlo o incluso reducirlo suficientemente, como para permitirle realizar en viaje sin grandes problemas, una vez vista la positiva evolución y el resultado de la última sesiòn de electroterapia, nos decidimos a comunicárselo, pensando que con ello podría animarse y servirle de estímulo para sobrellevar mejor los tratamientos y las engorrosas molestias propias de los mismos y del angiosarcoma. Sin embargo, como nos temíamos, no parecía compartir nuestro optimismo y no nos tomó en serio, refunfuñando y diciéndonos que él no estaba en condiciones de hacer dicho viaje.

Aquella actitud nos supuso a mi mujer y a mi un jarro e agua fría; pero aún así, decidmos seguir adelante y continuar con nuestros planes. Sin embargo, a medida que pasaban los meses y se acercaba el momento del pago del importe total del viaje, una vez más empezaban a asaltarnos las dudas de si el paciente estaría en condiciones de realizarlo, y si no tendríamos que suspenderlo y aplazarlo para mejor ocasión.
 Y así seguimos deshojando la margarita hasta el último minuto.

martes, 30 de agosto de 2011

UNA DE CAL, OTRA DE ARENA Y OTRA DE ARCILLA


En vista del fracaso de nuestro úlltimo intento de acogotar al angiosarcoma mediante la hipertermia profunda inducida por hipnosis  y una vez que la cicatrización de las quemaduras producidas por la cuarta y hasta entonces ùltima sesiòn de electroterapia, se había completado, habíamos programado, de acuerdo con la doctora, una nueva sesiòn de electroterapia. Finalmente esta tuvo lugar en la primera semana de marzo de 2010, y  tenía por principal finalidad actuar sobre la preocupante y cada vez mas voluminosa adenopatía que se observaba, principalmente, en la zona submandibular, justo bajo la cicatriz de la última intervenciòn quirúrgica.

Una vez mas se repitieron los problemas con la anestesia local de anteriores sesiones. Y bien por las dificultades del paciente para soportar el dolor producido por los electrodos  durante todo el tiempo programado, o bien porque los electrodos no fueron, en esta ocasión , colocados en el lugar adecuado, lo cierto es que la sesiòn resultó, un completo fracaso y una pérdida de tiempo en cuanto tuvimos que esperar casi un més hasta la próxima, mientras las quemaduras de la electroterapia cicatrizaban y a que consiguiesemos convencer al paciente de que se sometiese nuevamente al  "suplicio" de la electroterapia, sobre el que, nosotros mismos empezábamos a dudar que fuera suficiente para acabar definitivamente con el resistente angiosarcoma .

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                            Aspecto después de la 5ª sesión de electroterapia

Cuando hablamos con la doctora sobre las razones del fracaso de la última sesión, nos confesó que había colocado los electrodos donde lo había hecho, esperando que resultasen eficaces, pero que había temido aplicarlos en otras zonas que hubiera considerado mas adecuadas para una mayor eficacia, porque  temía afectar con ello al trigémino o alguna rama del  nervio facial, que era lo que le venía preocupando en la mayoría de la sesiones anteriores. Esperaba con ello restar una parte de la fuerza del tumor mediante electroterapia, dando tiempo a que, mientras tanto el resto del tratamiento fuese acabando con lo que quedase del mismo. Sin embargo, a pesar de la constancia de que el avance del tumor tenía lugar a mucho menor ritmo que en los primeros tiempos de su aparición, y de que se habían estabilizado primero y  llegado a desaparecer, después, todos los focos existentes en el  lecho de la zona intervenida quirúrgicamente, éramos conscientes de que si no conseguíamos reducir notablemente los nuevos focos aparecidos en la regiòn submandibular, no habríamos hecho otra cosa que ganar tiempo , pero no ganarle la partida al angiosarcoma,  el cual aún seguía allí amenazante.

Por ello, tras convencer al paciente, reacio a nuevos tratamientos de electroterapia, por las dolorosas experiencias que le proporcionaban, insistimos a la doctora para que intentase mejorar o potenciar, en la medida de lo posible, la anestesia local, a fin de lograr que  aquel soportase, en su integridad el tiempo del tratamiento programado y para que, intentase que el efecto de la electroterapia abarcarse la zona afectada mas amplia posible. Nos dijo que lo estudiaría y que consultaría el tema con algún otro colega, para intentar mejorar los efectos de la anestesia local.

Un més después de la quinta y fracasada sesión de electroterapia, llegó el día programado para llevar a efecto una nueva sesiòn: En esta ocasión , colaboró en la anestesia otra doctora, odontóloga, consiguiendo, por fin,  lograr un mayor efecto anestésico y que el paciente soportase todo el tiempo del tratamiento programado.

Al finalizar, pudimos comprobar los resultados, que aunque no resultarían aún definitivos, si fueron claramente perceptibles, al abarcar una amplia zona. Con lo cual, durante un tiempo se redujo tanto la inflamaciòn como el dolor provocado por la misma. 
                                          
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                 Aspecto del tumor al día siguiente de la 6ª sesión de electroterapia


                  
      Evolución de la cicatrización 20 días después de la 6ª sesión de electroterapia 


   Evolución de la cicatrización un mes después de la 6ª sesión de electroterapia   


  Evolución de la cicatrización 80 días después de la sexta sesión de electroterapia    
   
Se notaba claramente que la actividad del angiosarcoma se había reducido con ello notablemente. Sin embargo, al cabo de una semana y de forma paulatina, la inflamaciòn y el dolor volvieron a ir en aumento, hasta aproximarse, aunque sin llegar, a los niveles anteriores. Durante esos días el paciente había podido mantener a raya la inflamaciòn y el dolor subsiguiente, prescindiendo del ibuprofeno y manteniéndose únicamente con pastillas de traumeel; si bien finalmente tuvo que volver a recurrir al Ibuprofeno, cuando la inflamación y el dolor aumentó, aunque con menor intensidad que en ocasiones anteriores.  Signo evidente, por cuanto persistía en el tiempo, de que el angiosarcoma seguía allí agazapado, esperando su momento.Por eso había que seguir atacándo, sin tregua.

La enorme herida producida en esta ocasión por la acción de la electroterapia iba curando, como en anteriores ocasiones, y sin mayores complicaciones, con simples curas diarias, a base de agua oxigenada, betadine y aceite ozonizado, que realizábamos en casa sin acudir al centro de salud. Sin embargo, nos preocupaba no tener disponible ningún tratamiento local, aparte del aceite ozonizado, para las zonas adyacentes a los bordes de la herida, que impidiera o retardara aún más la expansión del angiosarcoma hacia esas zonas próximas al foco principal. 

Nuestra idea era, complementar la esperada acciòn general e interna de la dieta, de los complementos ingeridos por vía oral ( microinmunoterapia, omega 3, Renoven, uña de gato, refensal, lisin-prolin etc. ) y de la ozonoterapia, con un tratamiento local, que coadyuvase junto a la electroterapia, y durante el intervalo de curación de las heridas, entre sesiòn y sesión, para intentar contener la expansión del angiosarcoma, al menos dentro de sus estrictos  límites en cada momento . 

Consultamos esta cuestiòn con la doctora, pero no supo darnos ninguna respuesta que le pareciera efectiva a este enfoque, que nosotros considerabamos importante, por cuanto observábamos que aunque íbamos pisàndole los talones, aún seguíamos por detrás de la evolución del angiosarcoma y que aún no habíamos conseguido colocarle lo que podríamos llamar una barrera, para aislarlo y encapsularlo.

 Habíamos oido hablar de las propiedades astringentes de los emplastos de arcilla y, en una de las primeras visitas a la doctora, incluso le habíamos sugerido la posibilidad de aplicarlos .Sin embargo, ésta,  sin llegar negar sus posibles efectos terapeúticos, no pareciò darle mucha importancia a la sugerencia, por lo que, entonces, habíamos abandonado la idea.

Sin embargo, tras comentarle nuestra historia y nuestro planteamiento a una amiga doctora, que anteriormente había tenido un consultorio de medicina alternativa que había tenido que abandonar, por razones personales y económincas como consecuencia de un complicado divorcio, para volver a ejercer la medicina alopática en el Servicio Provincial de Salud, nos sugirió el empleo de emplastos de arcilla verde, que además de una acción antiinflamatoria, poseía una acciòn astringente y dexintoxicante de los tejidos, al tiempo que alcalinizaba el Ph de  aquellos con los que estaba en contacto.

Con esa idea, comenzamos a aplicar dichos emplastos sobre una gasa sencilla; primero alrededor de la herida y una vez que esta se encontraba en avanzado estado de cicatrización, incluso sobre la misma; utilizando en este caso gasa doble, para evitar el mínimo contacto directo de la arcilla con la herida. 

Comprobamos que aquello aliviaba, en gran medida, la inflamación y las consiguientes molestias que esta ocasionaba al paciente, ayudándole a reducir las dosis de ibuprofeno que tomaba diariamente, que constituía uno de nuestros objetivos; en cuanto, además de que le producía extreñimiento, no deseábamos cronificar dicho tratamiento, para evitar sus efectos secundarios en el largo plazo. Al mismo tiempo, comprobábamos, también, que la cicatrización y secado de la herida mejoraba y que el enrojecimiento de las zonas próximas a la misma disminuía notablemente, mejorando su aspecto, lo que nos parecía un buen síntoma. Observamos igualmente que dicho efecto se mantenía en los días sucesivos, sin efecto negativo alguno, y en consecuencia decidimos incorporarlo de forma permanente al tratamiento, colocando dichos emplastos, tres veces al día, para lo que aprovechabamos, como pauta, las horas de las comidas principales . 

Mientras el proceso de curación de la herida producida por la ultima sesión de electroterapia se completaba, observamos como un pequeño punto, situado tras la oreja izquierda y  próximo a uno de los antiguos focos ubicados en el lecho de la zona intervenida quirúrgicamente y posteriormente estabilizados tras el tratamiento con electroterapia, parecía querer resucitar, comenzando por inflamarse ligeramente y aumentando poco a poco la inflamación y el tamaño . Optamos por probar con un pequeño emplasto de arcilla sobre el mismo, y al cabo de unos días hinchó un poco más y terminó reventando y comenzando a supurar pus. Respiramos aliviados, pues temíamos que se tratase de una recidiva, cuando en realidad se trataba de una pequeña infecciòn, al parecer motivada por encontrarse dicha zona junto a otra que, debido a la escasez de tejido, a consecuencia de la exéresis quirúrgica primero y de la elctroterapia después, había terminado dejando expuesto el hueso del cráneo sin proteccion alguna de piel; lo que facilitaba posibles infecciones. Por tal motivo, a partir de ese momento, comenzamos a tratar la zona con aceite ozonificado, y el antibiótico homeopático oral "Pyrogenium" , comprobando como a los pocos días remitía la infecciòn.  

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                          Absceso  cutáneo sospechoso de recidiva

Después de una de "cal" y otra de "arena", un triste emplasto de arcilla, terminó revelándose como una terapia local útil para tratar el peligroso angiosarcoma. ¡ Ay si Hipócrates levantara la cabeza !

martes, 9 de agosto de 2011

NAVEGANDO EN UN MAR DE DUDAS

Tras tras iniciar el tratamiento con ozonoterapia y posteriormente con terapias de medicina china, habíamos percibido que progresión tumoral parecía evolucionar de forma mas lenta y menos agresiva. Sin embargo ello, no parecía resultar suficiente para impedir la progresión del tumor; Por lo que decidimos, de acuerdo con la doctora llevar a cabo otra sesión de electroterapia para intentar reducir, una vez más, el tamaño y fuerza de los distintos focos del angiosarcoma, a fin de permitir y ganar tiempo para que las restantes terapias pudieran terminar de rematar la faena . Así, el 16 de noviembre de 2009 iniciamos la cuarta sesiòn de electroterapia.

El paciente, consciente de lo doloroso que le resultaba, especialmente en la fase final de cada sesión, comenzaba a rechazar dicha terapia, siendo necesarias grandes dosis de paciencia y persuasiòn para lograr convencerle de que el tratamiento era totalmente necesario, si queríamos tener alguna oportunidad de éxito. A pesar de las limitaciones observadas respecto a la anestesia, habíamos llegado a la convicción de que se trataba de un tratamiento altamente efectivo, en cuanto permitìa visibilizar, sin lugar a dudas, la reducciòn tumoral que se producía tras la aplicación en los focos mayores, y la práctica eliminación de algunos de los menores, sin que se produjeran en los mismos nuevas recidivas.

En esta nueva sesión de electroterapia, a pesar de que la doctora se esmeró con la anestesia y que repitió su aplicación local hasta en dos ocasiones, cuando comenzaba a perder efecto, fué prácticamente imposible para el paciente soportar el tratamiento programado hasta el final. A pesar de ello, en esta ocasiòn se conseguiría eliminar defiitivamente algunos focos menores ubicados en el lecho de la zona operada e injertada, y reducir los de la zona mandibular; logrando que durante algunos días se redujese con ello la inflamación de la zona y los consiguientes dolores, permitiendo bajar, con ello, la dosis de ibuprofeno e incluso sustituirla por Traumeel.
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Imagenes (1 y 2) previas a inicio de la 4ª sesesion de electroterapia
 
                          Imagen ( 3 ) obtenida al día siguiente de 4ª sesión de electroterapia

 
Imagenes (4 y 5)  evoluciòn de cicatrizaciòn tras 4ª sesión de electroterapia
   A pesar de ello, entendíamos que teníamos que seguir atacando sin tregua y desde distintos frentes, al rebelde angiosarcoma. Habíamos leido sobre la capacidad del antiguo "Bio-Bac", ahora comercializado con el nombre de "Renoven", para mejorar el sistema inmunitario, y decidimos incorporarlo al ya amplio abanico de productos que el enfermo tomaba; motivo por el cual, comenzaba tambien a protestar, a pesar de que no le producían ningún efecto secundario perceptible. No sabíamos lo que íbamos a conseguir. Nuestra doctora nos diò el visto bueno; así que decidimos probarlo.

Llegada esta fecha ya habíamos concluido el periodo de tiempo de adaptación del paciente a la retirada paulatina de la medicación alopática recetada por el cardiólogo de la Seguridad Social, para intentar mantener el organismo lo mas "limpio" y desintoxicado posible, siempre que ello no supusiera un peligro para su salud cardiovascular. Teniendo en cuenta la estricta dieta, sin sal ni grasas saturadas, y rica, por el contrario en alimentos cardiosaludables, así como el tratamiento con altas dosis de Omega 3 y con ozonoterapia; y unido, todo ello, a la dosis de ibuprofeno que, hasta entonces, venía tomando a diario para combatir la inflamaciòn del angiosarcoma, resultaba suficiente, tal como había imaginado nuestra doctora, para mantener el corazón y el sistema vascular en perfectas condiciones de funcionamiento.

La prueba de que en tales condiciones la medicaciòn prescrita por el cardiólogo resultaba innecesaria es que, los controles diarios de la tension arterial no pusieron de manfiesto alteraciòn o síntoma extraño alguno. Y lo mismo ocurriò con las analíticas que, en su día se realizaron, tras la paulatina, controlada retirada escalonada de su medicaciòn habitual .

Desde entonces, hasta nuestros días, en que seguimos manteniendo junto con la dieta, las mismas dosis de Omega 3 y un tratamiento de mantenimiento con ozonoterapia el paciente sigue sin tomar la mas mínima medicaciòn farmacològica; sin que haya manifestado, ningun síntoma digno de menciòn, ni en las analíticas ni en los electrocardiogramas y demás pruebas de control, realizados por su cardiólogo de la Seguridad Social, prescribiendo este, ante los buenos resultados observados, el mantenimiento del tratamiento, sin conocer que habíamos dedidido abandonarlo; ya que, por falta de confianza y pensando que podría poner el grito en el cielo, no consideramos oportuno, en vista de los buenos resultados, poner este extremo en su conocimiento.

Por otra parte, tras ocho sesiones de tratamiento con medicina china, empezabamos a tener la sensación de que a pesar de que el paciente notaba mejorìa tras cada sesión, no resultaría tampoco suficientemente efectivo, para erradicar el angiosarcoma, a menos que aumentàsemos el nùmero de sesiones semanales; algo que, por distintas razones no podíamos permitirnos . Especialmente cuando tampoco teníamos ninguna garantìa de que ello nos llevara a la curación definitiva. Ello, unido al coste económico y personal provocado por los desplazamientos semanales a 300 kilómetros de nuestro domicilio, nos llevó a decidir suspender el tratamiento, que finalizamos el día 24 de diciembre de 2009, día de Nochebuena; día en que nos despedimos del doctor y del joven ayudante que realizaba habitualmente la "tuina" o masaje chino, con quien entablamos una sincera relación de amistad y mútua simpatia, por la dedicación, y cariño con que atendía al paciente, así como por el ánimo que le transmitía .

Recuerdo aquella Nochebuena con tristeza, porque comprobábamos que nuestros esfuerzos, a pesar de que parecían estar bien encaminados no terminaban de producir frutos suficientemente tranquilizadores y temíamos que el angiosarcoma estuviese corriendo a mas velocidad que lo hacíamos nosotros y que no seríamos capaces de darle alcance y superarlo. El año pasado habíamos vivido la misma fecha en pleno tratamiento de radioterapia y ahora, aunque habíamos conseguido evitar que el angiosarcoma se disparese, reduciendo su tamaño y conteniendo su fuerza y velocidad de crecimiento y progresión, nos encontrábamos, aún con la misma espada de Damocles sobre la cabeza de nuestro familiar.

El paciente comenzaba a impacientarse y a nosotros comenzaban a asaltarnos nuevas dudas, cada vez mas serias sobre si finalmente seríamos capaces de acabar con el angiosarcoma, antes de que este acabase con la vida de nuestro familiar. Sin embargo permaneceeron en nuestro fuero interno y nunca llegamos a trasmitirlas ni traslucirlas al paciente ni de palabra ni a través de nuestro estado de ánimo.

Seguíamos buscando, incesantemente, posibles tratamientos de eficacia rápida, algunos de los cuales nos parecían o bien poco fundados, o muy arriesgados, o bien simples "saca cuartos"; cuando no claramente insuficientes para el mal contra el que estabamos luchando. La elecciòn de los nuevos tratamientos o terapias, dado que la ciencia oficial no los reconocía, no era tanto una mera cuestiòn de conocimiento, como de intuiciòn, basada en los conocimientos que a lo largo de nuestra experiencia habíamos ido adquiriendo, sobre la biología del cancer y sobre el concreto comportamiento del angiosarcoma en nuestro familiar, y la respuesta a los mismos Con base en todo ello, y con el asesoramiento de nuestra doctora, a la que consultábamos cualquier iniciativa, tomábamos finalmente las decisiones; comprobando que estabamos consigiendo tanto o más quelo que hasta entonces habían conseguido los cirujanos, radioterapeutas y en general los doctores de la Seguridad Social. Lo cual nos servía, a la vez de estímulo para continuar, siempre que el paciente lo permitiese. Lo cual de momento hacía; al ver que evolucionaba razonablemente teniendo en cuenta la sombría expectativa que le habían augurado al ser "desahuciado".

Los focos múltiples y mas antiguos, ubicados en el lecho de toda la zona intervenida quirúrgicamente y sometida a radioterapia, parecían haber perdido actividad una vez cicatrizadas las quemaduras producidas por la última sesión de electroterapia. En los propios focos aún activos y en sus alrededores, se observaba la piel mas enrojecida, pero no se apreciaban signos de recidiva . Ello nos llevó a la convicciòn de que la electroterapia había funcionado en esos focos . A pesar de ello, y por un principio de precaución seguíamos tratandolos específicamente de forma local aplicando aceite ozonificado dos o tres veces al día, a los mismos, así como a toda la zona enrojecida a su alrededor; observándo como día a día el aspecto iba tendiendo hacia la normalidad; terminando finalmente, por establizarse, aún con alguna pequeña resistencia en alguno de los focos ; y así ha permanecido, aunque con ligeros sobresaltos, hasta hoy.

En cambio la zona supra y submandibular, ( última zona intervenida quirúrgicamente ) seguían inflamadas y con claros signos de actividad, a pesar de su lento desarrollo.

Ello nos movió a intentar un nuevo tratamiento que habíamos estado barajando sin decidirnos a probar, por falta de convencimiento en las posibilidades de éxito. se trataba de la "hipetermia. Habíamos descartado este tratamiento, por incompatiblidad, tras haberle sido implantado al paciente un marcapasos. No obstante en esa constante búsqueda habíamos encontrado un caso de remisión de un tumor infiltrante grado III que afectaba a próstata y vejiga, tras un tratamiento con hipertermia profunda inducida por hipnosis. Tras leer todo lo que encontramos al respecto en Internet, decidimos probar suerte, en cuanto la técnica, tal como se describía, no parecía revestir mas peligro que el económico. Habíamos comentado el tema en alguna ocasiòn con la doctora, quien, aunque no conocía ningún caso concreto, le parecía una opción que, al menos en teoría, podría funcionar, si cosenguía realmente inducir el estado de hipertermia local en la zona afectada .

Conseguimos contactar telefónicamente con el hipnoterapeuta, quien se había sometido personalmente de forma exitosa al tratamiento, pensando que sería el mas indicado, dada su propia experiencia personal. Nos propuso un tratamiento mínimo de cuatro sesiones, a razón de una semanal, ampliables a las que fuesen necesarias, si durante esas primeras 4 sesiones de apreciaba una mejoría que indicase que el tratamiento estaba resultando efectivo.

El principal problema es que su consulta distaba mas de 500 kilómetros de nuestro domicilio. Pero, pensando en que los resultados positivos pudiesen observarse durante el primer mes de tratamiento, decidimos probar suerte. Y una vez más, como ya hicieramos con el tratamiento de medicina china, aprovecharíamos los fines de semana para hacer algo de turismo por la zona, o durante el viaje. Tras acordar que el importe de cada sesiòn ascendería a 90 euros por cada una. y que suspenderíamos el tratamiento si en las cuatro primeras sesiones no apreciabamos mejoría, concertamos la primera cita, y pocos días mas tarde estábamos en la consulta para iniciar el tratamiento.

Nos recibiò el hipnoterapeuta directamente, lo cual nos sorprendió, al igual que tambien nos sorprendió el hecho de no haber ningún otro paciente ni persona en la consulta ni en ese momento ni durante el tiempo que duraría la sesion. Tras saludarnos, y después de una breve conversación informal, nos hizo pasar a un pequeño despacho. Allí tras ver los resultados del PET que habíamos realizado al iniciar el tratamiento de electroterapia, y realizar varias preguntas al paciente, encaminadas a conocer los síntomas que percibìa y el lugar donde se producían, comenzó a explicar, en lenguaje llano, en que consistirían la sesiònes de hipnosis, así como que no podría garantizar el éxito del tratamiento, pero que teniendo en cuenta su propia experiencia positiva, y otras que dijo habìa tenido con otros pacientes, esperaba que resultase efectivo. Había una duda que me rondaba la cabeza sobre la forma de control del momento en que se alcanzase el estado de hipertermia enla zona afectada, así que aproveché la conversaciòn y le pregunté : ¿Como controla la temperatura local de la zona afectada ? Como si estuviera esperando la pregunta, me respondiò sin grandes titubeos, que lo hacía símplemente manteniendo durante toda la sesiòn la palma de su mano sobre la zona afectada, y percibiendo de forma directa a través de la misma el ascenso de la temperatura.

Confieso, que tan rudimentario método, no me convenció demasiado. Pero no habíamos hecho 500

Acto seguido el hipnoterapeuta, nos invitó a pasar a la sala de tratamiento. Le pedimos estar presentes; a lo que accediò sin poner mas objeción, que permacieramos quietos y en absoluto silencio durante toda la sesiòn.

A continuaciòn pidió al enfermo tumbarse sobre una camilla tapizada en negro, procediéndo a taparlo con una ligera manta para que se mantuviese caliente. Le dió unas breves instrucciones para ayudarlo a relajarse; conectó un gran mangnetófono de los de cinta rebobinable de cuyos altavoces salia un sonido monocorde, inductor relajaciòn y sueño, que después nos dijo que se trataba de ondas alfa, y con voz suave y sugestiva comenzó hablarle ; pidiéndole, primero, que cerrase los ojos y se concentrase en su voz y tratase, al tiempo, de visualizar todo aquello que le fuese sugiriendo. A continuación le pidiò que realizase varias inspiraciones lentas y profundas, y a continuación le sugiriò mensajes de relajaciòn progresiva a medida que descendía en una cuenta atrás desde diez hasta cero, momento en que pasaría a entrar en un estado de máxima relajaciòn; propicio para visualizar y experimentar los mensajes provocadores de la hipertermia profunda que poco a poco iría sugiriendo. Finalmente colocó una de sus manos sobre la zona del angiosarcoma tras sugerir que a través del contacto el paciente sentiría un intenso calor en la zona; lo que además le serviría, según nos dijo posteriormente, para percibir si aumentaba la temperatura del enfermo en la zona de contacto y la intensidad de la elevación de la misma , y para comprobar si la sugestiòn. estaba surtiendo efecto . Tras sugerir durante unos diez minutos distintas imágenes de calor progresivo, finalmente retiró la mano y comenzó con nuevos mensajes para inducir un despertar tambien progresivo despues de una nueva cuenta atrás. Finalmente dió al paciente la orden de despertar concluyendo la sesión.

Acto seguido comentó con el paciente como había percibido la sesiòn, si se había relajado, y si había percibido calor o sensación de quemazón en la zona del angiosarcoma, a todo lo cual aquel contestó afirmativamente, si bien respecto al calor de forma un tanto confusa y titubeante; señal de que si bien la relajación parecía haber sido total, la hipertermia no parecía tan clara .

No obstante, el terapeuta nos indicó que ello era normal en la primera sesiòn, pues solía ser necesario un proceso de habituación del paciente a las sugestiones hinóppticas y que en las siguientes el paciente iría progresivamente acosumbrándose a las mismas resultando estas cada vez mas intensas y efectivas.

No nos fuimos del todo convencidos, pues tras preguntar al paciente, ya sin presencia del terapeuta, si había sentido calor, nos dijo que había experimentado un poco, pero nada especial. Ademàs tampoco habíamos observado en la zona ningún enrojecimiento especial que pudiera indicarnos los efectos de la hipertermia. Lo que si estaba claro, es que se había relajado profundamente, hasta el punto de llegar al umbral del sueño y que ello le había hecho sentirse agusto y aliviado de las molestias habituales producidas por la inflamaciòn que generaba el angiosarcoma en la zona.

Sea como fuera, decidimos dar un margen de confianza al terapeuta y su tratamiento y volver a la semana siguiente.

Así lo hicimos y una semana mas tarde estabamos nuevamente en la consulta, donde se repitió milimétricamente el procedimiento descrito anteriormente. Sin embargo durante la sesiòn nos pareciò que el paciente no había llegado a la misma fase de relajaciòn de la sesión anterior, y que en consencuencia la hipertermia profunda tampoco se había producido. Lo que pudimos constatar nuevamente una vez salimos de la consulta, al confirmarnos, que aunque también habia estado muy relajado duranrte la sesion no había conseguido concentrarse en los mensajes inductores de la hipertermia, y que no había percibido sensación de calor alguna.

No obstante el terapeuta no diò gran importancia a tal hecho, sugiriendo que los mensajes se dirigían al subconsciente y funcionaban a dicho nivel, y este tenía sus propias vías para inducir internamente efectos curativos ; por lo que no era imprescindible sentir directamente la sensaciòn de calor y que teníamos que empezar a percibir algún efecto de la terapia.

Nuevamente no nos convenció, pero aún así, decidimos esperar una semana más para comprobar la evoluciòn y dar una última oportunidad.

La próxima sesiòn discurriò de forma análoga a las anteriores y con unos efectos semejantes, por lo que, no habiendo notado ninguna mejoría, ni durante los quince días precedentes ni tampoco en la semana siguiente a la tercera sesión, decidimos suspender un tratamiento, que resultaba tan gravoso como poco efectivo en el corto plazo, y escaso de garantìas en plazo mas largo.

Se lo comentamos a la doctora, así como tambien el hecho de que la inflamaciòn y el tamaño del tumor supra y submandibular no se reducía, a pesar de su apenas perceptible crecimiento. Por ello, como la cicatrización de las quemaduras producidas por la última sesiòn de electroterapia habìa prácticamente concluido, le sugerimos una nueva sesión de electroterapia para intentar reducir, una vez máss, el tamaño y fuerza de los nuevos tumores, dado que los focos iniciales parecían haberse estabilizado. Le pareciò bien. Así que programamos una nueva sesión de electroterapia para la semana siguiente.

Habíamos sofocado varios focos, pero los nuevos parecían resistentes, y además se ubicaban en una zona proxima a ramas del nervio facial y trigémino, que hacían arriesgada toda intervención agresiva en los mismos, por temor a que alguno de dichos nervios pudiera resultar afectado, con las consiguientes consecuencias, para la calidad de vida del paciente .

Sabíamos que habíamos encontrado un buen camino, pero una vez mas volvíamos a tener serias dudas sobre si finalmente llegaríamos a tiempo a nuestro destino.

  NOTA : Estudios recientes, han puesto en cuestión la posibilidad de inducir hipertermia terapeútica mediante hipnosis, como puede verse AQUI

sábado, 23 de julio de 2011

EL PASO DEL ECUADOR

                                      Aspecto del paciente antes de la 3ª sesión de electroterapia

El día 10 de noviembre de 2009 iniciabamos la tercera sesión de electroterapia.

Una vez mas nos encontramos como el mismo problema que en ocasiones anteriores : las dificultades para que el paciente soportase bajo los efectos de la anestesia local, las molestias y dolor de los momentos finales del tratamiento,teniendo que interrumpir el mismo antes de que finalizase el tiempo programado . Con lo cual, el efecto terapeútico, aún resultando positivo no era el esperado; lo que nos obligó a ampliar el número de sesiones que hubiera sido necesario en otro caso.

Con las experiencias anteriores, nos dimos cuenta de que, aún cuando alguno de los focos ya tratados parecían a punto de extinguirse definitivamente , al no dar muestras de actividad y aparecer menos enrojecidos e inflamados, en otros, de mas reciente apariciòn, pensábamos que, dado sus aspecto, y a pesar de haberse reducido su fuerza tras la última sesiòn, al menos temporalmente, serían necesarias nuevas sesiones de electroterapia, puesto que seguían mostrando signos de actividad, que se manifestaban a traves de la inflamaciòn y el enrojecimiento de las zonas adyacentes, con el consiguiente dolor para el paciente; dolor que solo conseguía mitigar, parcial y temporalmente, mediante la ingestión de ibuprofeno, combinado, entre horas, con Traumeel, para reducir la dosis de aquel al màximo.

                                             Aspecto del paciente después de la 3ª sesion de electroterapia

   
Seguíamos con el tratamiento de ozono por el método de autohemoterapia, tras el cual el paciente experimentaba cierta mejoría, que dejaba de percibirse a los pocos días.

A pesar de todo las adenopatías que habían aparecido en la zona submandibular, justo bajo el margen de la cicatriz de la última intervención quirúrgica, y la dureza y enrojecimiento que comenzaba a apreciarse también junto al margen superior de dicha cicatriz y en la zona mas próxima al mentón, comenzaba a preocuparnos, teniendo la sensación de que aunque estabamos actuando en la direcciòn correcta - reduciendo el tumor y restándole fuerza mediante la electroterapia, mientras dábamos tiempo a actuar los restantes componentes del tratamiento ( dieta, microinmunología, omegas 3, ozono etc. ) -, aún no controlábamos su evlución e íbamos por detras del mismo; debido, principalmente a las limitaciones del tratamiento con electroterapia, como consecuencia de la insuficiencia del anestésico empleado que impedía finalizar el tratamiento programado a causa del dolor.

Al mismo tiempo echábamos de menos un tratamiento tópico o local, que actuase día a día, y desde el exterior, en los focos del tumor y sus zonas adyacentes. Veníamos haciéndolo, por nuestra cuenta, aplicando aceite de ozono; lo cual aunque producía un cierto alivio, resultaba insuficiente para contener la progresión de los focos de mayor tamaño, si bien parecía funcionar en los de menor tamaño y fuerza, en cuanto lograba contener su expansión.
Consultamos con la doctora, quien nos sugirió, como complemento terapeútico, visitar a un colega licenciado en medicina china, quien había recibido formación durante cuatro años en dicho país, y en quien ella tenía mucha confianza, por haber colaborado positivamente con el mismo en otros casos de cánceres con buenos resultados. El principal inconveniente era que se encontraba en una ciudad que, aunque bien comunicada por autovía, distaba algo mas de 300 kilometros de nuestro domicilio. La doctora habló con él telefónicamente sobre tal posibilidad, aceptando aquel recibirnos y tratar al paciente si así lo deseábamos.
Antes de salir de su consulta, nos facilitó su teléfono y direcciòn y tras debatirlo durante unos días decidimos contactar con el doctor y probar suerte, una ez más; sin abandonar, por supuesto, el resto del tratamiento, que creíamos adecuado, pero, de momento, insuficiente .

Tras acordar la frecuencia de las sesiones del tratamiento y el precio de cada sesión que sería de 150 euros la primera y de 100 cada una de las siguientes, acordamos acudir cada viernes, y aprovechar de esta forma el fin de semana para hacer algo de turismo por la zona. En cuanto al número de sesiones para determinar si el tratamiento podría resultar efectivo en nuestro caso, fué fijado en 8 o diez.
Tras una ardua búsqueda conseguimos encontrar un aparthotel a buen precio y cercano a la consulta del doctor. Elegir un aparthotel nos permitía, poder cocinar para poder mantener la dieta del paciente; dificil de seguir, comiendo en restaurantes. Aunque ello implicaba molestias para mi mujer que ejercía de cocinera y para mi que lo hacía de ayudante, permitía también abaratar costes, que entre una cosa y otra se iban disparando "in crescendo".

Llegado el viernes, salimos a las dos y media de la tarde, y a las seis estábamos en nuestro destino . El "Tom Tom" nos había guiado perfectamente hasta el aparthotel a la primera. Dejamos las maletas y volviò a guiarnos para llegar a tiempo hasta la consulta sin grandes dificultades.


Nos llamó la atenciòn que la consulta se encontraba en una barriada de edificios de protección oficial de los realizados durante el mandato de Franco que, aunque modesta, se hallaba bien conservada y con amplios espacios libres y zonas ajardinadas.



La consulta estaba situada en los bajos de uno de los edificios y a pocos metros existía un gimnasio de kung fu y otras artes marciales, tambien regentado, por el que todos, respetuosamente, llamaban "Maestro", que no era otro que el doctor con quien nos habíamos citado; el cual había sido, en sus buenos tiempos, campeón del mundo de kung fu y contaba entre sus alumnos, tambien, con varios campeones mundiales de esa especialidad. Tanto en el interior del gimnasio, como en un gran patio ajardinado, próximo al mismo, había sendos grupos de jóvenes practicando artes marciales. De hecho cuando llegados a la consulta preguntamos por el doctor, el recepcionista nos dijo que en ese momento se encontraba en el gimnasio y que vendría en unos instantes. Mas tarde comprobamos, que iba y venía regularmente de la consulta al gimnasio y de este a la consulta controlando y supervisando, de forma onmipresente, ambas actividades, delegadas parcialmente en sus discípulos mas aventajados.



La consulta, constaba de una sala cuadrada con un pequeño mostrador, que hacía las veces de recepciòn, a la que se accedía directamente al abrir la puerta de entrada. En dicha sala, existían siete puertas, cinco de las cuales corespondían a otras tantas pequeñas salas de tratamiento, otra al despacho del doctor y otra a una pequeña sala de espera, completamente abarrotada de gente de toda clase y condiciòn, esperando su turno para ser curados o aliviados de toda clase de dolencias.



Tras presentarnos al recepcionista y esperar unos minutos a que llegase el doctor, este nos saludó e iniciamos una breve conversación introductoria. A sus sesenta años, según nos confesó, a preguntas de mi curiosa esposa, mostraba un aspecto físico envidiable para su edad; afable y serio a la vez, tenía algo que inspiraba confianza. Sus jóvenes, simpáticos y eficientes ayudantes le llamaban "Maestro" con una mezcla de respeto y admiraciòn referancial; incluida una joven doctora, a la que nos presentó, y que trabajaba en un centro de salud a la vez que, invitada por el mismo, se encontraba, en horas libres, ampliando sus conocimientos, y asístiendo a las sesiones de sus tratamientos.




Tras esa conversaciòn introductoria, nos invitó a pasar a una de las diminutas salitas de tratamiento. Esta, al igual que las restantes, consistía en una reducida estancia de no mas de dos metros de ancho por unos tres de fondo en la cual había una camilla y una máquina de acupuntura laser. Invitó al paciente a descalzarse y quitarse la ropa de la parte superior del cuerpo y a tumbarse en la camilla. Acto seguido, echó un vistazo al informe del PET que habíamos realizado antes de iniciar el tratamientos con electroterapia, y a continuación observó, en silencio y con cara de circunstancias, los distintos focos del angiosarcoma; realizó varias preguntas al paciente, tratando de averiguar su historial clínico y de enfermedades padecidas e indagar sobre las molestias que sufría; pasando acto seguido a observar detenidamente sus iris y lengua y palpando, a continuación, alrededor del cuello así como las adenopatías supra y submandibulares, para calibrar su dureza y extensión.



Realizadas todas esas operaciones exploratorias, nos informó acerca del tratamiento que iba a seguir, que consistiría en aplicar localmente acupuntura laser ( 1 ) en la zona afectada; acupuntura con agujas o moxibustión, y "Tuina" o masaje terapeutico chino; así como extractos de hongos Maitake, Shiitake, y Reishi, como suplementos alimenticios para mejorar el sistema inmunitario. A nuestras preguntas nos dijo que nunca había tratado un angiosarcoma, aunque si otros cánceres y que vista la extensión y características del mismo, creía que el tratamiento, podría ser efectivo y, en cualquier caso, contribuiría a mejorar el estado general del paciente y fortalecer su sistema inmune.

Llegado el viernes, salimos a las dos y media de la tarde, y a las seis, estábamos en nuestro destino . El "Tom Tom" nos había ayudado a encontrar el aparthotel a la primera, donde dejamos las maletas, y a llegar a tiempo a la consulta, donde habíamos quedado a las siete de la tarde.

Nos llamó la atenciòn que la consulta se encontraba en una barriada de edificios de protección oficial de los realizados durante el mandato de Franco que, aunque modesta, se encontraba bien conservada y con amplios espacios libres y zonas ajardinadas.

La consulta estaba situada en los bajos de uno de los edificios y a pocos metros existía un gimnasio de kung fu y otras artes marciales, tambien regentado, por el que todos, respetuosamente, llamaban "Maestro", que no era otro que el doctor con quien nos habíamos citado; el cual había sido, en sus buenos tiempos, campeón del mundo de kung fu y contaba entre sus alumnos, tambien, con varios campeones mundiales de esa especialidad. Tanto en el interior del gimnasio, como en un gran patio ajardinado, próximo al mismo, había sendos grupos de jóvenes practicando artes marciales. De hecho cuando llegados a la consulta preguntamos por el doctor, el recepcionista nos dijo que en ese momento se encontraba en el gimnasio y que vendría en unos instantes. Mas tarde comprobamos, que iba y venía regularmente de la consulta al gimnasio y de este a la consulta controlando y supervisando, de forma onmipresente, ambas actividades, delegadas en sus discípulos mas aventajados.

La consulta, constaba de una sala cuadrada con un pequeño mostrador, que hacía las veces de recepciòn, a la que se accedía directamente al abrir la puerta de entrada. En dicha sala, existían siete puertas, cinco de las cuales corespondían a otras tantas pequeñas salas de tratamiento, otra al despacho del doctor y otra a una pequeña sala de espera.

Tras presentarnos al recepcionista y esperar unos minutos a que llegase el doctor, este nos saludó e iniciamos una breve conversación introductoria. Este, a sus sesenta años mostraba un aspecto físico envidiable para su edad, afable y serio a la vez, tenía algo que inspiraba confianza. Sus ayudantes le llamaban "Maestro", con respeto casi reverencial, incluida una joven doctora, a la que nos presentó, y que trabajaba en un centro de salud, a la vez que invitada por el mismo, se encontraba ampliando sus conocimientos, asístiendo a las sesiones de sus tratamientos. Tras esa conversaciòn introductoria, nos invitó a pasar a una de las salitas de tratamiento. Esta, al igual que las restantes, consistía en una reducida estancia de no mas de dos metros de ancho por unos tres de fondo en la cual había una camilla y una máquina de acupuntura laser. Invitó al paciente a descalzarse y quitarse la ropa de la parte superior del cuerpo y a tumbarse en la camilla. Acto seguido, echó un vistazo al informe del PET que habíamos realizado antes de iniciar el tratamientos con electroterapia, y a continuación observó, en silencio y con cara de circunstancias, los distintos focos del angiosarcoma; realizó varias preguntas al paciente, tratando de averiguar su historial clínico y de enfermedades padecidas e indagar sobre las molestias que sufría; pasando acto seguido a observar detenidamente sus iris y lengua y palpando, a continuación, alrededor del cuello así como las adenopatías supra y submandibulares, para calibrar su dureza y extensión.

Realizadas todas esas operaciones exploratorias, nos informó acerca del tratamiento que iba a seguir, que consistiría en aplicar acupuntura laser ( 1 )aplicada localmente; acupuntura con agujas o moxibustión, y Tuina o masaje terapeutico chino; así como extractos de hongos Maitake, Shiitake, y Reishi, como suplementos alimenticios para mejorar el sistema inmunitario. A nuestras preguntas nos dijo que nunca había tratado un angiosarcoma, aunque si otros cánceres y que vista la extensión del mismo, creía que el tratamiento, podría ser efectivo y, en cualquier caso, contribuiría a mejorar el estado general del paciente.

Finalmente, tras animar al paciente, asegurándole que terminaría logrando la curación , le colocó unas gafas protectoras para evitar posibles daños a la vista por la luz laser;apagó la luz; colocó los distintos haces de rayos orientados a los puntos a tratar, y programó el aparato para 20 minutos; encendiéndolo acto seguido y advirtiendo al paciente para que no se moviese durante ese tiempo.

Pudimos observar como salía una intensa y vistosa luz rojo-anaranjada de cada uno de los haces enfocados hacia la cabeza del paciente. Tras recomendarnos encarecidamente que no mirásemos directamente a la luz laser, nos permitió permanecer en la sala con el paciente, mientras el salía para otra sala a atender a otros pacientes; consiguiendo con este curioso sistema atender hasta cinco pacientes a la vez, e incluso echar un ojo a los alumnos del gimnasio, aunque apoyado,a veces, en esta frenética actividad, por alguno de sus ayudantes.

Al cabo de algunos minutos volvía a la sala en repetidas ocasiones a controlar que la posiciòn de los haces de luz seguían en el punto indicado y que el paciente no se había movido.
Este se encontraba totalmente tranquilo y relajado escuchando únicamente el sonido de una suave y relajante música china, que sonaba de fondo, sin que tan siquiera se apercibiera de cuando terminaba la sesiòn, y llegando en alguna ocasiòn a emitir hasta algún leve ronquido, indicativo del estado de placidez en que se encontraba.
Concluida la sesiòn laser, el "Maestro", colocaba unas finas agujas de acupuntura, previamente desinfectadas en alcohol, en diversas partes del cuerpo, permanciendo con las mismas durante quince minutos aproximadamente; transcurridos los cuales, un ayudante realizaba una sesiòn de tuina, ( masaje chino ), en todo el cuerpo, con especial dedicaciòn a pies y piernas y con la misma música de fondo; lo cual terminaba de dejar al paciente totalmente relajado y aliviado de los dolores y molestias en la zona afectada .
La primera sesión fué larga e intensa durando casi una hora y media. Las restantes durarían aproximadamente una hora, consistiendo todas ellas en los mismos tipos de terapia.
Al finalizar la primera sesión y antes de pagar el tratamiento, el doctor nos facilitó un bote de un extracto de los hongos anteriormente citados, recomendándo tomar una píldora con cada comida.Nos despedimos, pagamos y nos fuimos al hotel. Se notaba que el enfermo se sentía mejor, en cuanto la inflamaciòn de la zona mandibular se había reducido y con ella los dolores. De modo que decidimos continuar con el tratamiento.
Aprovechamos el sábado para hacer turismo, y recorrier los bonitos pueblos de los alrededores, y el domingo por la mañana regresamos tranquilamente a casa parando por el camino, en algún destino previamente programado.
Cada fin de semana repetíamos la misma rutina hasta completar ocho sesiones . De todas ellas, el paciente salía animado, relajado, reducida la inflamaciòn y con una agradable sensaciòn de mejoría; si bien, a medida que iban transcurriendo los días de la semana iba desapareciendo la sensación de los benéficos efectos del tratamiento, que se reanudaba tras la siguiente sesiòn.
Notábamos además, que el tratamiento producía una mejoría evidente en la cicatrización de las quemaduras producidas por la electroterapia. Sin embargo cuando llevábamos aproximadamente la mitad de las sesiones del tratamiento, comenzamos a darnos cuenta que aunque el tratamiento resultaba beneficioso, iba a ser insuficiente para terminar con el angiosarcoma que, aunque lentamente, no dejaba de crecer e incordiar con la inflamación de la zona afectaba y su secuela de dolor, que obligaba al paciente a continuar tomando ibuprofeno.
Comentamos el problema con nuestra doctora habitual, quien coincidió con nosotros, en que a la vista de los resultados experimentados hasta el momento, tal vez el tratamiento con acupuntura no fuese suficiente, y que sería necesaria una nueva sesión de electroterapia, para intentar reducir, una vez más los tumores principales, que ahora se habían trasladado del lecho del tejido operado a la zona supra y submandibular, e intentar "rematar" definitivamente alguno de los focos ya tratados en anteriores sesiones y que aunque habían perdido fuerza aún parecían resistirse.
Esperamos unos días a que terminasen de cerrarse las cicatrices de la última sesión de electroterapia, y a la semana siguiente programamos una nueva sesión.
Nos encontrábamos en el paso del ecuador, en nuestro camino hacia la erradicación del angiosarcoma. Sin embargo en esa fecha aún no lo sabíamos y seguíamos sumidos en un mar de dudas.