martes, 28 de septiembre de 2010

EL CAMINO DE SANTIAGO


Por fin. Una vez recibido el volante del Médico de Familia para el especialista del Hospital Comarcal, todos pensamos que "el incordio", pronto sería removido y que el enfermo podría seguir con su vida normal. Craso error . Tanto al enfermo, como a su familia le esperaba un largo peregrinar, por un camino mucho mas árduo, sinuoso, y con mas etapas, que el camino de Santiago. Y lo que es peor: Que al final del mismo no iba a ser posible la obtención de la ansiada indulgencia plenaria jubilar, sino, por el contrario, una excomunión del Sistema Público de Salud, y una condena a vagar por los selváticos y heréticos caminos de la acientífica o paracientífica conocida oficialmente como medicina alternativa .

Presentado, en la Secretaría del Hospital Comarcal, el volantge para solicitar cita, con el especialista correspondiente, nos fué comunicada dicha cita para el día 9 de enero de 2007 ( casi tres meses después ) . Nos pareció mucho tiempo, pero conocedores de la existencia de las típicas listas de espera de la Sanidad pública y viendo que no parecían darle importancia al "enano" incordioso, que este no crecía a fuerte ritmo y que aunque resultaba molesto no se hacía insoportable, nos resignamos a esperar, en la confianza de que ese sería todo el tiempo de espera antes de ser extirpado. Nuevo error.

Y finalmente llegó el día fijado para la cita con el Médico de Cirugía General del Hospital Comarcal. Este, tras las preguntas de rigor y una rápida exploraciòn de la cabeza del paciente, garabateó, con igual rapidez, en la hoja del historial clínico : " lesion ulcerada en cuero cabelludo de apoximadamente 1 año de evolución. Remito a Dermatología" .

Dos días mas tarde, el 11 de enero, el paciente, con su "enano" a la cabeza , en una nueva aunque este caso breve etapa, comparecía ante el dermatólogo. Este ojeó el historial, y echó un breve vistazo al "enano" que nos traía de cabeza; y nunca mejor dicho. Frunció el morro, en señal de disgusto; movió ligeramente la cabeza hacia ambos lados, en señal de duda, como pensando que hacer. Finalmente se sentó en la mesa y garabateo algo en un papel. Después aporreó repetidamente con los índices de ambas manos el teclado del ordenador, y finalmente nos dijo, que no podía hacer nada, ya que, dado el tamaño del tumor en ese momento, entendía que no era operable con las técnicas propias de cirugía menor; procediendo a derivar al paciente hacia el Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Provincial correspondiente.
Mas tarde, y una vez solicitado y obtenido el historial clínico, supimos lo que había garabateado en el papel : " Paciente que presenta desde hace un año lesión en c. cabelludo que ha sangrado .....( ilegible ) . A la exploración presenta lesión nodular aislada de 15 mm. de díametro delimitada en cuero cabelludo. DX. C. Basocelular aislado nodular n C. cabelludo. Pasa a C. plástica" .
En resumen, por primera vez "el enano" era bautizado como "CARCINOMA BASOCELULAR"; Y ello sin la mas mínima prueba objetiva que permitiese tener certeza acerca de su verdadera identidad. Así, por el científico modo del "ojímetro" , a partir de entonces, el enano sería conocido por un nombre y un apellido; aunque eso sí, solo entre los profesionales del ramo. Ya que al paciente no le fué entregado documento alguno conteniendo el diagnóstico establecido, ni tampoco fué informado de palabra del mismo. Probablemente para no agobiarlo con incomprensibles palabros técnicos .
Fuera por la razón que fuera, lo cierto es que, con ese nombre fué finalmente intervenido, que no extirpado, qurúrgicamente "el enano"; El cual , además de enano, resultó mudo, pues ni siquiera protestó, ante semejante nombre con que había sido bautizado. Solo un mes dspués de la primera intervenciòn quirúrgica, cuando tuvimos conocimiento del resultado del análisis anatomopatológico del tejido extirpado, pudimos conocer su verdadero nombre . Pero esa ya es otra historia.

Nueva etapa del camino. Y nuevo plazo para recorrerla. "El enano" estaba empezando a convertirse en un verdadero quebradero de cabeza. Tanto, que mientras esperaba que llegara el día de la cita para ser visto por los doctores del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Provincial, "el enano", que cada día estaba mas orondo, y que ya había empezado a sangrar ligeramente, se cansó de estar encorsetado entre el hueso del cráneo y la fina piel del mismo. Por su parte la piel, harta tambien de estar soportando la presión del cada vez mas rechoncho enano y los pinchazos que de vez en cuando, a modo de pataditas fetales, aquel comenzaba a propinar, a su libre albedrío, le abrió un pequeño hueco, por donde aquel comenzó a desparramar, cual volcán en erupciòn, parte de su contenido a la vez que se desinflaba ligeramente.
Visto el resultado de las consultas en el Hospital Comarcal con el Médico de Cirugía General y el Dermatólogo, bien podríamos habernos ahorrado los meses de espera. Pero el protocolo es el protocolo.Y no iba a ser un enamo de mierda el que rompiese con el mismo.
Aunque tres meses de espera para poco mas de diez minutos de trabajo médico inutil, parece algo desproporcionado, desde el punto de vista de la eficacia terapéutica, en cuanto ese resultado podría haber sido suplido perfectamente por el médico de asistencia primaria. Claro que tampoco hay que olvidar que durante todo ese intervalo "el enano" tuvo tiempo sobrado para crecer y zafarse de la competencia del cirujano general y del dermatólogo. Pero ya lo hemos dicho. El protocolo para el médico pesa como una losa y viene a ser como el santoral o la bíblia para el cura de cualquier parroquia.

El día 26 de febrero de 2007, por fin, llegó el momento de la cita con el Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Provincial.
El médico de turno, tras las generales preguntas de rigor para constancia en la hoja de anamnesis y exploraciòn clínica del historial médico, echó un vistazo al "enano", tras retirar el "pañal" que hubo que colocarle para evitar pringarse con sus "excrementos", que sin pudor alguno vertía al exterior por el pequeño orificio abierto en la piel días atrás. Frunciendo el morro, como en su día hiciese el dermatólogo, y moviendo ligeramente la cabeza, esta vez de arriba abajo, en señal de conformidad con lo que debía estar pensando, confirmó la pena de muerte para "el enano", mediante el viejo procedimiento de rebanarle la cabeza de un tajo.
Cuando ya todos pensábamos que habíamos llegado al final del camino, descubrimos, con cierto asombro, que aún quedaban algunas etapas.
Antes de fijar fecha para la operación el cirujano plástico remitió al paciente al anestesista.
Nuevo plazo de gracia al enano, que mientras tanto aprovoecharía para seguir haciendo de las suyas.

El 9 de abril de 2007 llegó la cita con el anestesista. Sin embargo, cubierta ésta etapa, tampoco llegaríamos al final del camino.
Tras las preguntas generales de rigor y un rápido vistazo al historial del paciente, el médico anestesista descubrió el infarto de miocardo que había sufrido hacía unos quince años atrás, debido al cual se estaba medicando con anticoagulantes ( acido acetil salicílico ) y antihipertensivos . Ante ello extendió un volante para el cardioólogo a fin de que este informase sobre su valoración del estado del paciente antes de la operación. Nueva etapa en el camino, una vez más.

Llegado el día de la cita con el cardiólogo un mes mas tarde, el 7 de mayo de 2007, éste nos indicó que había concluido el viacrucis procesional y que el enano estaba listo para ser ejecutado o reducido a su mínima expresiòn. Tras decirnos que en breve recibiríamos una llamada telefónica confirmándonos la fecha de la operación nos acompañó hasta la puerta de la consulta, mientras la enfermera se apresuraba a llamar al sigiente paciente en el turno. Salimos, con la confianza de que, por fin, pronto podríamos ver el sepulcro del apostol y ganarnos la indulgencia que bien merecida teníamos tras hacer aquel largo y tortuoso camino. Sin embargo aún nos esperaba alguna otra sorpresa dilatoria.

En efecto, una vez realizados todos los informes preoperatorios previos al ingreso hospitalario, y mientras el paciente se encontraba a la espera de conocer la fecha del mismo, "el enáno", cada día mas crecido, continúaba haciendo de las suyas. En una de las periódicas visitas del paciente al ambulatorio para ser curado del sangrado y supuración anteriormente mencionada, el ATS que efectuaba la cura observó que la zona adyacente al incordio, se estaba alterando y adquiriendo una coloración anormal; tras lo cual se le hace entrega al paciente de un volante para el Hospital Provincial para que urgentemente sea observada y , valorada, dicha anomalía.
Una vez más, de nuevo, ante el cirujano plástico del Hospital Provincial, este le comunica al paciente que van a programar inmediatamente la intervenciòn quirúrgica y en breve recibirá una llamada telefónica comunicándole la fecha de la misma.
Días mas tarde, finalmente, es comunicada, mediante llamada telefónica, la fecha de la intervenciòn, programada para el día 6 de junio de 2007, advirtíendo al paciente que suprima cuatro días antes la ingesta de los anticoagulantes que se encontraba tomando, como tratamiento preventivo, tras haber sufrido el mencinado infarto varios años antes.

Sin embargo, el día 4 de junio, dos días antes de la fecha fijada para la operación, recibimos nuevamente una llamada telefónica del Hospital Provincial, anulando la cita y posponiéndola para fecha indeterminada que se comunicará oportunamente, según nos dicen.
Ante las protestas por el retraso acumulado así como por la incertidumbre temporal de esta nueva dilaciòn y tras varias gestiones, se consigue finalmente que la fecha sea fijada para el día 8 de junio; dos días después de la última cita.

Desde la detección de la enfermedad y primera visita al médico de Familia, hasta el primer acto médico de tratamiento de la misma, el día de la intervención quirurgica, habían transcurrido más de ocho meses .Tiempo mas que sobrado para recorrer la ruta francesa del Camino de Santiago con muletas. Bien pues, no es eso lo mas grave. Lo mas lacerante es que, en todo ese tiempo, el paciente no había recibido de todo el conjunto de doctores que había visitado, ni la mas mínima indicación para tratar, paliar o reducir su dolencia, ni tan siquiera, algún consejo dietético para evitar o limitar la acelerada progresión de la misma. Lo cual por otra parte guarda relaciòn con otro hecho aún mas grave : Que ni tan siquiera habían realizado la mas mínima prueba objetiva para obtener un diagnóstico certero que identificase el tipo de tumor .Y lo peor de todo, que no se trata de un hecho aislado. Durante la larga y tortuosa peregrinación realatada y el viacrucis posterior que relataremos, tuvimos conocimiento, por boca de otros pacientes o familiares, de multitud de situaciones semejantes.

¿Protocolo erroneo?. ¿Negligencia médica? ¿falta de coordinación entre los distintos especialistas? ¿Insuficiencia de medios materiales y humanos? ¿falta de motivación de los profesionales? o una combinación de todo ello.
Personalmente me inclino por esta última respuesta. Si bien la dosis que pueda concurrir en cada caso particular podría resultar variable. Y de ahí la variabilidad en los resultados y en el grado de satisfacción de los pacientes. Aunque este último también depende, y en gran medida, del resultado final de la atenciòn médica recibida o del grado de conocimiento acerca de los protocolos médicos y de opciones diagnósticas y terapéuticas del paciente o sus familiares mas cercanos.

Nuestro conocimiento inicial, tanto de los protocolos y burocracia médica, como de las opciones diagnósticas y terapeúticas eran muy limitadas; y por ello en un principio, como la mayor parte de los enfermos, centramos todas nuestras esperanzas en los médicos y en el buen funcionamiento del sistema sanitario, confiando en que, a pesar de los retrasos propios de las conocidas listas de espera, respondería adecuadamente ante una enfermedad grave. Craso error. Y, para nuestra desgracía, el error perduraría en las sucesivas fases del tratamiento.

Pero dejaremos esto para relatarlo mas detalladamente en sucesivas entradas.
 
 
 
 
 
 

lunes, 20 de septiembre de 2010

UN ENANO QUE CRECE

 
Mi suegro no tenía un circo; pero aquel "enano", que se le había subido a la cabeza, no paraba de crecer; y con ello empezaba también a dejar de parecer simpatico para comenzar a resultar molesto. No obstante, paciente , confiado y sin poder imaginar que aquel "enano" pudiera terminar poniendo en peligro su vida, no acudiò a su médico de familia hasta pasado casi un més desde el primer descubrimiento; Justo cuando comprobó que lejos de desaparecer, y aunque ritmo lento, no dejaba de aumentar su tamaño; el cual se aproximaba ya a un centímetro de diámetro, y comenzaba a resultar un pequeño incordio.

Después de esperar pacientemente su turno, para visitar al doctor y entrar en la consulta, este, tras un breve vistazo, hizo algunas anotaciones y le recetó algo que no recuerdo, pero cuyo efecto terapeútico, para el caso, resultaba tan científico como la oraciòn que cualquier cura decimonónico pudiera recomendar a un feligrés, como medio de sanaciòn. No obstante, le recomendó que si el remedio recetado no surtía efecto al cabo de un tiempo, se pasase nuevamente a la consulta para ver la evolución.

Tras ese primer ensayo y constatado lo erroneo, del tratamiento, para detener el crecimieno del "enano", mi suegro acudió nuevamente a su médico de familia, por otro asunto; pues estaba siendo tratado con antihipertensivos y anticoagulantes, por haber sufrido hacia años un antiguo infarto, y con otra medicación para tratar una pequeña, aunque molesta hernia de hiato; aprovechando la consulta, le comentó, de pasada, al doctor que el enano seguía allí: Pero aquel pareció no oir este último comentario y se centró en el motivo principal de la visita que en esta ocasión no había sido ese.

En la familia, desconocedores de la peligrosidad de aquel pequeño engendro, nadie dió demasiada importancia al "enano"; actitud reforzada por la falta de preocupación que el médico de familia mostraba por el mismo, en aquellos primeros momentos.

Sin embargo fué mi suegro, quien, harto de que aquel incordio no remitiera, sino que poco a poco continuase creciendo e incrementando su tonalidad azulada, días mas tarde, volviendo nuevamente al Médico de familia, le soltó directamente y sin mas preámbulos : " Quiero quitarme esto"; refirièndose al enano.

Algo debió de barruntar el doctor, pues, en esta ocasión, lejos de prescribir mas remedios al tun tun, optó por facilitarle un volante para el Servicio de Cirugía general del Hospital Comarcal de la zona .

Desde ese momento hasta la fecha en que ingresó en el quirófano por primera vez, para acabar con el "enano" peleón, transcurrieron más de ocho meses. Pero eso era algo que, entonces, ninguno podíamos imaginar, sabiendo lo que hoy sabemos . Como tampoco podíamos imaginar, la larga guerra sin cuartel que tendríamos que librar y que aún hoy estamos librando contra aquel "enano" respondón.

El camino recorrido durante ese tiempo, y las distintas vicisitudes del mismo serán el objeto de la próxima entrada.